Jueves, abril 18, 2024
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Femicidio en Esperanza: un caso que pone en jaque al sistema

 

Esta nota fue publicada en www.airedesantafe.com.ar

 

Jorge Alberto Romero, alias “El Tío”, el hombre que asaltó, violó y mató a la comerciante esperancina Gabriela Degiorgio, sabía perfectamente lo que hacía y era consciente de que, tarde o temprano, lo volvería a hacer.

Decirlo de esta manera puede parecer temerario y aventurado. Sin embargo, la conclusión surge de las palabras del mismo asesino: el 13 de julio de 2013, entró a panadería de Monseñor Zaspe y Saavedra, asaltó a la empleada, intentó violarla. Mientras lo hacía le dijo que no se resistiera, que él estaba enfermo y que se entregaría a la policía.

El 15 de julio de aquel año, dos días después del ataque, el móvil de Aire de Santa Fe entrevistaba a María Esther Paulín, la empleada agredida.

Seis años después, Jorge Alberto Romero, alias “El Tío”, se subió a un colectivo rumbo a Esperanza, dispuesto a repetir la historia. Todo indica que al azar eligió el negocio atendido por Gabriela Degiorgio, entró para robarle, abusó sexualmente de ella y en medio de la resistencia la golpeó hasta matarla.

Lo que más sorprende en este caso –quizá no debería sorprender- es que, durante los seis años que transcurrieron entre un ataque y otro, Romero no estuvo en libertad, sino que permaneció en la cárcel, a disposición de un sistema que en teoría debió rehabilitarlo.

Es que, luego del asalto a la empleada de la panadería, la policía lo detuvo y lo puso a disposición de la Justicia.

Los jueces hicieron su trabajo: lo condenaron a seis años de cárcel por los delitos de robo calificado por lesiones graves y abuso sexual gravemente ultrajante, en concurso real. Cuando cumplió los cuatro años de pena, pidió salir en libertad condicional. Pero se lo negaron.

“El Tío” cumplió hasta el último día de su condena, hasta que el 15 de julio pasado recuperó su libertad.

Cuatro meses después, volvió a atacar. Esta vez, con un resultado irremediable.

Lo sucedido demuestra de manera dramática que, aun cuando el sistema policial y judicial funciona, no está en plenas condiciones de garantizar buenos resultados.

La fiscal Alejandra Del Río Ayala se encarga de investigar delitos relacionados con violencia de género. En el programa Creo, que se emite en la primera mañana de Aire de Santa Fe, reconoció la complejidad que existe para abordar este tipo de situaciones.

– Hace seis años este hombre asaltó e intentó violar. Ahora, asalta, viola y mata. ¿Qué se puede hacer desde el sistema?

– Arrancar de cero… armar la investigación, tratar de llevarlo a audiencia y condenarlo nuevamente. No hay otra herramienta que nos dé la ley para tratar a los reincidentes.

.– Da la sensación de que se trata de un callejón sin salida… El sistema funcionó, lo detuvieron, lo condenaron, pero salió y mató. ¿Qué hacer en estos casos?

– Debería haber mecanismos intermedios. En primer lugar la resocialización, que es el fin del hecho de encarcelar a una persona. Debería ser un sistema de resocialización.

– ¿Usted cree que las cárceles resocializan?

– Está demostrado que no. Lo digo en general, aunque no es lo mismo un delito contra la propiedad, que un homicidio o un abuso. Las personas que cometen uno u otro delito son distintas. Cada tipo de delito tiene particularidades propias.

Habría que ver los programas de resocialización que plantea el Servicio Penitenciario, qué tan efectivos son o pueden ser para un agresor sexual, un femicida o un homicida.

– Una vez que un condenado cumple su pena, ¿hay posibilidades de mantenerlo en prisión por considerárselo peligroso?

– Si se impone una pena, no hay posibilidades de que se extienda la prisión. Si se le imponen tres años, por ejemplo, tiene que salir. No hay posibilidades de que se lo retenga.

El sistema penal llega cuando el delito ya se cometió. La condena tampoco es una solución para la sociedad, pues sería mejor para todos si el delito pudiera evitarse.

Sobre todo en casos de homicidios y los abusos sexuales, porque para las víctimas son irreversibles. No tienen vuelta atrás.

– Si en lugar de 6 años lo hubieran condenado a 10, 15 ó más años, ¿el resultado sería mejor?

– No. La experiencia dice que cuanto más tiempo una persona pasa en prisión, es peor.

Lo sucedido con Jorge Alberto Romero, alias “El Tío”, demuestra claramente que en este tipo de casos el sistema no puede garantizar que lo peor suceda.

Cuando en 2013 este delincuente atacó a la empleada de una panadería de Santa Fe, le sugirió que no se resistiera porque sería peor y hasta le dijo que se entregaría a la policía.

Seis años después, cumplió su palabra a rajatabla: mató a la mujer que intentó evitar el abuso y, pocas horas después, se presentó en una comisaría y ante la sorpresa de todos dijo: “Yo soy el que están buscando”.


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