El 2015 comienza hoy

Más allá de ganadores y perdedores, estas elecciones constituyeron en sí mismas una verdadera bocanada de aire fresco para la institucionalidad argentina.



En primer lugar, porque por primera vez en la historia del país fue posible sostener la democracia a lo largo de tres décadas. Que no parezca poco, sobre todo teniendo en cuenta los errores del pasado y los momentos aciagos que los argentinos debieron soportar durante los años recientes.



Pero éste no es el único motivo de regocijo. Estas elecciones significaron, además, un enérgico mensaje de la ciudadanía a favor de las instituciones y la república, pues las urnas se encargaron de clausurar cualquier aventura autocrática.



Un triunfo aplastante del kirchnerismo se hubiera convertido, seguramente, en la llave para abrir la puerta a una reforma constitucional que permitiera la continuidad de Cristina Fernández en el poder. Es que, hasta el día previo a su descompensación física, el oficialismo carecía de una figura de peso que pudiera asomar como la sucesión al apellido Kirchner. 



Otros países latinoamericanos no fueron capaces de obstruir los deseos de perpetuidad de sus poderosos de turno. La Argentina sí lo hizo, y en un contexto de respeto y espíritu democrático.



Ahora, si el kirchnerismo gobierna con acierto los próximos dos años y logra ofrecer a la ciudadanía un candidato que despierte expectativas, mantendrá abiertas sus posibilidades de continuar gobernando la Argentina. Si eso ocurriese, lo habrá logrado de manera legítima, respetando las reglas de juego y la letra de la Constitución.



El gobierno intenta restar dramatismo al resultado haciendo hincapié en que sigue siendo el sector político más votado y que se trató de elecciones de medio término.



Ambas lecturas son ciertas. Sin embargo, hay otras lecturas posibles. La primera, haber cerrado los caminos hacia una reelección indefinida. La otra, haber generado una paleta de alternativas políticas de cara a las presidenciales de 2015.



Sergio Massa, Daniel Scioli, Hermes Binner, Julio Cobos y Mauricio Macri, son quienes se encuentran en carrera. Seguramente aparecerán otros. Quizá, algunos desistan del intento en algún momento.



De ellos dependerá que en el país se puedan generar los contrapesos indispensables para evitar para que algún sector político incurra en la tentación de ir por la suma del poder.



A partir de hoy comienza la carrera hacia 2015. No será un recorrido sencillo para nadie. En primer lugar, porque el verdadero estado de salud de la presidente sigue siendo una incógnita. Hoy, ni siquiera queda del todo claro quién toma las decisiones en la Argentina



Pero no es ése el único factor que plantea interrogantes profundos. Otro problema pasa por una economía plagada desequilibrios e incongruencias. Algunos hablan de una verdadera bomba de tiempo. Otros, en cambios, confían en que la situación podría mejorar con una serie de correcciones. 



Los dos últimos años de gestión no resultan fáciles para ningún presidente. Mucho menos, si existen dudas sobre su salud y si viene de perder las elecciones de medio término.



A esta situación se debe agregar un factor esencial en la Argentina: el peronismo, un movimiento que suele estremecerse temerariamente cuando huele a sangre de “pato rengo”.