Cristina y sus paradojas

“Por ahí anda un poco nerviosa”, dijo Hugo Moyano sobre Cristina Fernández en los últimos días.
Fuera de contexto la frase no dice demasiado, pues se sabe que la presidenta no es de esas personas que recorren la vida derrochando tranquilidad.
Sin embargo, no se trató de una expresión desprevenida. La intensa carga de ironía del sindicalista, un ex aliado del gobierno transformado en paria por el cristinismo, deja al descubierto un cúmulo de paradojas políticas.
Llama la atención que un gobierno que hace seis meses logró en las urnas un enorme apoyo de la ciudadanía, muestre semejante preocupación por el sindicalista. Y también sorprende que éste se atreva a desafiar así a la presidenta.
¿Tanto poder tiene Moyano?, ¿tan preocupante resulta como amenaza?, ¿es que acaso Cristina no se siente con el suficiente respaldo como para gobernar el país, sin necesidad de que resulte imprescindible un dirigente sindical que le rinda pleitesías?
La primera de las paradojas está personificada en el propio Moyano. Cuando Cristina decide que debe ser eliminado del escenario, no hace otra cosa más que fortalecer al sindicalista.
Claro que no es Moyano el único enemigo declarado del gobierno. Daniel Scioli, el gobernador de Buenos Aires, seguramente tiene muchas debilidades. Pero de lo que nadie duda, es de su estoica capacidad para soportar todo tipo de afrentas del kirchnerismo a lo largo de los últimos años. Entre ellas, la imposición, desde la Casa Rosada, de Gabriel Mariotto para que fuera su compañero de fórmula y terminara transformándose en el vice de la principal provincia argentina.
En las últimas semanas, el ultrakirchnerismo bonaerense parece haber recibido el visto bueno del gobierno nacional para asfixiar cualquier posibilidad de que Scioli avance con un supuesto proyecto para competir por la Presidencia en 2015. El futuro inmediato mostrará, probablemente, a un gobernador obligado a enfrentar diferentes obstáculos promovidos desde el seno kirchnerista.
Otra vez las paradojas. El empeño de Cristina por no permitir el crecimiento político de Scioli dejan al descubierto que al kirchnerismo le preocupa demasiado la posibilidad de competir políticamente con el bonaerense. Y así, el gobierno termina mostrando debilidades y potenciando la figura del gobernador.

La Justicia y la economía

Cuando la presidenta decidió sacrificar a Esteban Righi como procurador general de la Nación, luego de que un fiscal se atreviera a investigar al vicepresidente Amado Boudou, expuso la vulnerabilidad de su forma de hacer política.
Tal vez sea cierto que Righi cometió irregularidades. Sin embargo, no fue desplazado por ese motivo, sino por no haber evitado que un hombre del gobierno fuera investigado.
La presidenta emitió una señal contundente -y devastadora- hacia la Justicia: al gobierno nacional no se lo investiga y, quien se atreva a hacerlo, puede ser automáticamente pulverizado. No importan los antecedentes del caído en desgracia, los marcos jurídicos, ni las instituciones de la República.
Ahora, cuando Cristina se empeña en promover a un hombre sin méritos jurídicos como Daniel Reposo para ocupar el cargo de procurador, está demostrando que es incapaz de gobernar sin la anuencia y la complicidad de la Justicia.
Otra vez las paradojas. Una vez más, cuanto mayor ostentación de poder hace la presidenta, más debilidad deja en evidencia.
Algunas decisiones en materia económica también producen efectos indeseados y develan contradicciones.
Mientras el relato oficial insiste en que la economía argentina no requiere de correcciones, sino que apenas necesita “sintonía fina”, las medidas que se adoptan demuestran que el gobierno está realmente preocupado por la falta de dólares suficientes como para sostener el actual esquema.
Las trabas impuestas a las importaciones llegaron a tal extremo que, incluso, se demoró el ingreso al país de elementos esenciales para que los deportistas que se preparan para competir en las Olimpíadas de Londres pudieran entrenar de manera adecuada. Si sólo se requiere de “sintonía fina”, ¿era necesario llegar a tal extremo?
Desde hace algunos días rige una prohibición casi absoluta para la compra de dólares. Ni siquiera los pequeños ahorristas -en su mayoría simples trabajadores de clase media- son autorizados por la Afip para realizar estas operaciones. Otra vez, las medidas generan interrogantes, incrementan la preocupación y desatan todo tipo de rumores. El valor del dólar paralelo comenzó a subir.
Las paradojas vuelven. Cuando el gobierno toma decisiones tan extremas, no sólo contradice su discurso, sino que refleja su intranquilidad y la fragilidad del actual esquema económico.

Aquella confesión involuntaria

El 27 de febrero pasado fue un día develador. Durante un acto realizado en la ciudad de Rosario y sin percibir que estaba siendo registrada por las cámaras de televisión, Cristina Fernández manifestó su decisión de “ir por todo”. Los hechos demuestran que la presidenta hablaba en serio.
El gobierno avanza implacable en sus estrategias para alcanzar ese objetivo: se abalanza sobre la CGT, asfixia a posibles competidores electorales, multiplica la red de medios de comunicación aliados -el último paso fue la compra del grupo Haddad-, pulveriza al procurador general de la Nación y hasta decide limitar las alternativas de ahorro de la clase media en su desesperado intento por evitar la fuga de dólares.
“Ir por todo” parece haberse convertido en la madre de todas las batallas para el cristinismo. Y si se toman las palabras de la presidenta de manera literal, hay que advertir que, ir por todo, significa asfixiar cualquier resquicio de diferencias o matices.
A primera vista, la decisión de “ir por todo” puede ser tomada como síntoma de fortaleza. Sin embargo, y aunque suene contradictorio, también es verdad que un gobierno que necesita “ir por todo” para ejercer el poder, se reconoce vulnerable, demuestra su debilidad, su incapacidad de utilizar las herramientas legítimas de la política para administrar un país y hacerlo crecer.
La verdadera fortaleza de un gobierno republicano y democrático no radica en aplastar toda voz disidente, sino en alcanzar consensos, aceptar límites, gestionar con la inteligencia y responsabilidad imprescindibles para llevar adelante sus ideas.
Quien para gobernar necesita controlarlo todo, sólo está demostrando sus inseguridades.
Como cualquier mandatario, a lo largo de su gestión Cristina intercaló algunos errores y numerosos aciertos. Sin embargo, habrá que advertirle, una vez más, que el objetivo de “ir por todo” no sólo es peligroso e innecesario sino que, además, es irrealizable.