Cristina, Bonfatti, Corral y los nuevos tiempos

A lo largo de 2011 la mayoría de los argentinos votó por que nada cambie. Los gobiernos que asumieron en las últimas horas reflejan la opción por seguir recorriendo los mismos caminos transitados durante los últimos cuatro años: Cristina Fernández reasumió como presidenta; Antonio Bonfatti encabeza el segundo capítulo de un gobierno socialista en la provincia; y José Corral interpreta la versión de la continuidad radical en la ciudad de Santa Fe.
Sin embargo, y a pesar de lo que gran parte de la ciudadanía intentó plasmar a través de las urnas, el status quo de 2007-2011 ya es pasado y no podrá sostenerse en el tiempo. Los contextos cambiaron. Los protagonistas, también.
En el plano nacional, pensar el kirchnerismo tal como se lo conoció a partir de 2003 representaría un error. Si bien perduran algunos rasgos esenciales e intrínsecos de aquel estilo inicial, la situación cambió drásticamente el 27 de octubre de 2010, cuando falleció Néstor Kirchner.
Hasta entonces, el país estuvo conducido por una pareja que conformaba una verdadera sociedad política. Y como en toda sociedad, Néstor y Cristina aportaban su parte del capital. Aquel kirchnerismo era el resultado de una evidente amalgama de ingredientes, perfiles y estilos.
Pero desde el 27 de octubre de 2010, Cristina es la poseedora de todas las acciones. Y se nota.
Así como el perfil de Néstor pudo haber sido clave para enfrentar y superar los turbulentos inicios del kirchnerismo frente a un país que venía del infierno; la versión cristinista logró la máxima adhesión de la ciudadanía en las últimas elecciones. Alrededor de 12 millones de personas, en gran parte independientes, decidieron otorgarle una cuota colosal de poder a la presidenta. Sobre ella recae, ahora, la delicada responsabilidad de qué hacer con él.
A pesar de que tantos votaron por la continuidad, las cosas no serán como antes. En realidad, la situación había mutado hacía tiempo. Si no se notó demasiado, fue porque Cristina se esforzó por sostener el rumbo para que la mayoría se convenciera de que nada estaba cambiando.
Girar el timón antes de las elecciones presidenciales era demasiado arriesgado, pero ella y su gobierno sabían que la situación no era la misma.
Néstor ya no estaba, y había que lograr que nadie lo notara. Por decisión estratégica o sólo porque los acontecimientos se fueron desencadenando de esa manera, la presencia física del ex presidente fue rápidamente reemplazada por la de Él. La nueva versión mística de Néstor resultó implacable. El hombre real, con sus virtudes y sus defectos, fue relevado por otro inmaculado y casi perfecto.
El nuevo escenario resultó tan funcional, que también sirvió para atraer a millones de votantes independientes que siempre miraron con desconfianza al peronismo histórico. El nombre de Néstor reemplazó al de Perón en los discursos. Para Cristina, el “General” y el peronismo son parte de la prehistoria. Como los dinosaurios, fueron un eslabón necesario, pero ya no existen. El kirchnerismo es otra cosa.
Tampoco debía notarse demasiado que el contexto económico local e internacional era diferente. Cristina y sus colaboradores sabían perfectamente que la ecuación de consumo-inflación-subsidios debía ser revisada. Pero el espejismo tenía que sostenerse hasta el 23 de octubre.
A menos de una semana de aquellas elecciones, el gobierno anunció que los subsidios serían recortados. Poco después, la presidenta reconoció que la inflación es un problema y que deberá ser controlada, aun bajando el techo de las pretensiones salariales de 2012.
Pero estos no son los únicos cambios que ya se hacen evidentes. Según el sociólogo Ricardo Sidicaro, “Néstor confrontaba en los bordes, pero negociaba hacia adentro”. Cristina suele hacer todo lo contrario.
Esta nueva versión del kircherismo, parece buscar el consenso hacia afuera, como claramente viene ocurriendo con empresarios, industriales, con el campo y la Iglesia. Sin embargo, hacia adentro las cosas son diferentes: Cristina impone nombres en las listas de candidatos, “concede” ministerios y vicepresidencias, pone límites a Moyano, ejerce un poder absolutamente centralizado y autócrata.
Hacia afuera aceita vínculos. Hacia adentro, talla el cristinismo sin preocuparse demasiado por las heridas que pueda provocar con su cincel.
En definitiva, millones votaron por la continuidad de estilo y de modelo. Sin embargo, lo que viene será claramente diferente. La situación del contexto nacional e internacional no es el misma. Y esta versión de Cristina, tampoco.


Más cerca de casa
La provincia de Santa Fe y la ciudad Capital también votaron por conservar lo conocido. Pero las transformaciones serán igualmente inevitables.
Antonio Bonfatti no es Hermes Binner y José Corral no es Mario Barletta. Más allá de los cambios de escenarios políticos, económicos y sociales que seguramente sobrevendrán a partir de 2012, los continuadores de ambas gestiones muestran perfiles diferentes a los de quienes acaban de abandonar sus cargos.
Bonfatti y Binner se conocieron trabajando como médicos en una villa miseria rosarina en 1972. Desde entonces, conformaron un verdadero equipo en el que cada uno aportó su estilo y se complementaron casi a la perfección.
Binner es un hombre de convicciones fuertes; decidido a avanzar pese a todo y ante todo cuando adopta una decisión. Sin embargo, durante los últimos años fue Bonfatti el encargado de establecer los puentes imprescindibles con el resto de las fuerzas políticas y sociales. Bonfatti es, eminentemente, un hombre más propenso a los contactos personales. Se siente cómodo entablando diálogos y buscando consensos.
Lo demostró como secretario de Gobierno en Rosario y como ministro en la Provincia. Lo mismo ocurrió durante su paso por la Cámara de Diputados. Tanto es así, que una de sus primeras actividades como nuevo gobernador será salir de la Casa Gris para visitar personalmente a las autoridades de la CGT Santa Fe en la sede del órgano sindical.
Es cierto que esta actitud resultará vital para un gobernador que deberá comandar a la provincia siendo minoría en ambas Cámaras legislativas. Sin embargo, también es verdad que esta mayor apertura es un rasgo intrínseco de la personalidad de Bonfatti.
La situación en la Municipalidad también cambiará. Desde 1998, José Corral acompaña a Mario Barletta como colaborador en distintos cargos ejercidos en la Universidad Nacional del Litoral y como intendente de la ciudad.
Ambos están acostumbrados a trabajar en equipos y repiten la misma frase cada vez que pueden: “Lo nuestro es prepotencia de trabajo”.
Sin embargo, sus personalidades son distintas. Barletta es un ejecutivo nato, inquieto y a veces tan impetuoso que suele descuidar las formas. Como contrapartida, el nuevo intendente tiene apenas 42 años y muestra un perfil más analítico, pausado, paciente y estratégico. Por algo fue secretario general en la UNL, representante de la universidad en la Mesa del Diálogo y secretario de Gobierno en el municipio, todos cargos eminentemente políticos. Su gestión al frente del Concejo Municipal fue otro ejemplo de su capacidad para alcanzar acuerdos en temas importantes para la ciudad.
En definitiva, y aunque muchos optaron el 23 de octubre por que nada cambie, el escenario y los protagonistas que vienen son diferentes. A su manera y frente a las circunstancias que los rodean, Cristina, Bonfatti y Corral personifican nuevas versiones frente a lo ya conocido.El status quo 2007-2011 no volverá a repetirse.