Los idilios de Moyano

En política, la línea que separa a buenos y malos se mueve de manera inquietante.

Hugo Moyano puede lucir más canoso y su rostro quizá denote con mayor rigor el transcurrir de los años. Sin embargo, hay cuestiones que ni siquiera el paso del tiempo logra cambiar.

Es cierto que en política la línea que separa a los amigos de los enemigos suele ser demasiado inestable. Pero en Moyano esta cuestionable facilidad para cambiar de parecer se manifiesta con sospechosa crudeza.

Durante la primera mitad del kirchnerismo, el poderoso líder sindical se transformó en una verdadera fuerza en choque en defensa del gobierno. Sus muchachos y sus camiones siempre estuvieron dispuestos a amedrentar a todos los que se convirtieron, de una u otra manera, en un incordio para Néstor o Cristina.

Sin embargo, entre 2011 y principios de 2012, la relación cambió de repente. La muerte de Néstor, la omnipotencia de Cristina -reelecta por el 54% del votos- y la osadía de Moyano de reclamar en público un espacio político que la presidenta nunca estuvo dispuesta a otorgarle, rompieron con aquel aparente idilio.

Se tejieron por entonces distintas hipótesis, como aquella que todavía insiste en que el camionero y Néstor habrían discutido con vehemencia en una conversación telefónica poco antes de que el corazón del expresidente sucumbiera.

Las manifiestas fisuras comezaron a demoler un discurso falaz enarbolado por unos y otros durante años, sobre la base de las necesidades mutuas y conveniencias políticas.

Moyano, el aliado, el leal, se había convertido en el enemigo.

Lo cierto es que, durante el armado de las listas de candidatos para aquellas históricas elecciones nacionales, se hizo evidente que la relación estaba quebrada. Por decisión de Cristina, miembros de La Cámpora terminaron ocupando los lugares que Moyano ansiaba.

Y entonces, Cristina y el camionero se sacaron las máscaras y comenzaron a decir lo que realmente pensaban uno del otro.

La historia se repite

El 29 de septiembre de 2015 la Argentina atravesaba una campaña electoral clave. Luego de 12 años de kirchnerismo, se abría una posibilidad de que la política del país cambiara de rumbo. Y el candidato de Cambiemos intentaba acercarse a sectores del peronismo.

Ese día, a poco de las elecciones presidenciales, Hugo Moyano habló en público junto a Mauricio Macri. Sus palabras, sorprendieron incluso a los más acérrimos macristas.

“Compañero… te iba a decir. Si no te molesta te digo compañero Mauricio”, insistió el camionero. En aquel discurso apoyó abiertamente la candidatura de Macri y se refirió al kirchnerismo como “los progresimios que gobiernan”.

“Impresionante cómo te aplaudieron, pero cómo te aplaudirían si en vez de Independiente fueras de Boca”, le respondió Macri, quien con la mirada puesta en Moyano elogió “la lucha que has dado, Hugo”.

Pero este aparente idilio también terminó resquebrajándose. Y como en política nada es lo que parece, el 22 de febrero próximo, Hugo Moyano encabezará una protesta contra el gobierno de Macri. No logró la adhesión de todo el movimiento obrero, pero promete que será multitudinaria.

En medio de chicanas y amenazas, la Justicia también parece despabilarse y tanto el camionero, como sus hijos, están en la mira.

Moyano, Cristina y Macri siempre fueron los mismos. Sólo cambiaron las circunstancias.

En política, los principios y las verdades suelen ser fugaces. La línea que separa a buenos y malos suele agitarse de manera inquietante. Y Moyano, como pocos, conoce las reglas del juego.


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