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Preguntas sin respuestas tras la fuga del supuesto violador

Hay datos que no cierran. La historia de la fuga del supuesto violador de la peatonal San Martín continúa tan abierta, como estuvo el domingo último la puerta del calabozo de la subcomisaría 3ra. de Las Flores desde donde logró escapar el sospechoso.
Pocas horas después de que se produjera la inconcebible evasión de quien hace poco más de un mes protagonizara el caso policial más resonante de los últimos tiempos en la ciudad de Santa Fe, el ministro de Seguridad, Leandro Corti, describió lo sucedido como “un caso claro de corrupción policial”.
Llama la atención que el funcionario se apresurara a fijar esta conclusión, cuando aún el acusado de violación se encontraba prófugo y, por lo tanto, ninguna autoridad había tenido la posibilidad de interrogarlo para intentar saber cómo se produjo el escape.
Si efectivamente se trató de un caso de corrupción policial, existen al menos dos posibilidades de explicarlo.
La primera y más simple es que el sospechoso haya comprado las voluntades de los policías que lo custodiaban en la subcomisaría para que éstos decidieran dejarlo huir a cambio de dinero.
Sin embargo, resulta por lo menos improbable que así sucedieran las cosas, ya que Juan Manuel Martínez puede ser el más perverso de los delincuentes, pero no parece razonable que un ladrón de ropa contara con el dinero necesario como para comprar a los policías. De hecho, cuando fue detenido, se trasladaba en un colectivo hacia la ciudad de Santa Fe en busca de los fondos necesarios como para sobrevivir mientras se encontraba prófugo.
La otra posible explicación vinculada con la corrupción policial es aún más preocupante. Si no lo dejaron escapar a cambio de algunos pesos, entonces los policías decidieron permitir la fuga para enviar una suerte de mensaje mafioso a las autoridades políticas y a los máximos responsables de la institución, quienes desde hace tiempo vienen trabajando en la depuración de la policía.
El ministro Corti pareció referirse a esta segunda hipótesis al hablar de “un claro caso de corrupción”. Pero si éste hubiese sido el motivo de la fuga, no queda del todo claro por qué un puñado de policías de bajo rango, con funciones en una simple subcomisaría barrial, decidieron inmolarse de esta manera en nombre de oscuros intereses superiores.
Si ésta fue la causa del escape y las autoridades políticas no dudan en confirmarlo, pues entonces queda claro que el gobierno maneja información sobre la corrupción policial que hasta el momento no ha sido develada al resto de la sociedad. Si así fuera, la situación dentro de la policía es tan grave como la peor de las sospechas. El ciudadano común, entonces, se encuentra a merced de una verdadera mafia oculta detrás de uniformes. La confirmación de esta hipótesis, asusta.

Otras alternativas

En caso de que el ministro Corti estuviera equivocado y la fuga no tuviera relación alguna con la corrupción dentro de las fuerzas policiales, quedan entonces apenas un par de hipótesis para explicar lo sucedido el domingo.
La primera, es que Juan Manuel Martínez sea dueño de una inteligencia superior, capaz de engañar a sus custodios y planificar una fuga de características casi televisivas.
Sin embargo, los antecedentes inmediatos parecen desmoronar esta hipótesis, ya que el supuesto violador ha dado muestras de un importante grado de torpeza cuando intentó escapar de la ley. Luego de cometer la violación en pleno centro, fue detenido en apenas cuatro horas, pues se había refugiado en la casa de su novia y ni siquiera había tenido en cuenta que en la peatonal San Martín funciona un sistema de cámaras de monitoreo. Cuando escapó de la subcomisaría 3ra., su detención se produjo en apenas 24 horas porque cometió el infantil error de retornar en colectivo a la ciudad de Santa Fe, donde la policía lo buscaba intensamente y su rostro ya había sido publicado por medios de comunicación masiva y a través de redes sociales.
Finalmente, surge lo que parece ser la última de las posibilidades. Cuando el sábado 14 de noviembre de 2009 los integrantes de la familia Pomar emprendieron un viaje en su automóvil, no imaginaban que terminarían convirtiéndose en protagonistas de uno de los casos policiales más resonantes de los últimos años en el país.
Se mataron en una curva y durante varios días centenares de policías fueron incapaces de hallar el automóvil accidentado que siempre estuvo frente a sus narices. Lo ocurrido el domingo en el barrio Las Flores, ¿será el “caso Pomar” a la santafesina? ¿Se habrá tratado de un hecho de impericia o de desidia?
Por ahora, todas las posibilidades para explicar la fuga del supuesto violador continúan abiertas. Y todas son preocupantes.
Frente a los hechos, se impone la necesidad de que las autoridades brinden cuanto antes a la sociedad una justificación clara de lo sucedido.
Mientras esto no ocurra, en el inconsciente colectivo quedará grabada a fuego la sensación de que esto es tierra de nadie.