En medio de una semana frenética como tantas otras, se cumplieron seis meses del atentado que acabó con las vidas de cinco entrañables amigos rosarinos. Habló la esposa de uno de ellos, y vale la pena escucharla.
Que el dólar a 23, que la violencia, que el narcomenudeo, que la reforma constitucional, que el 2019, que los precios, que los policías buenos, o los malos; que la lluvia, que el granizo, que las tarifas, que el bache traicionero, que el gobierno, que la oposición.
Una semana más termina. Una semana como tantas otras en tiempos de urgencias permanentes, donde el síndrome del presente perpetuo se impone y ahoga cualquier pretensión de percibir lo realmente importante.
Seguramente pasó desapercibido. Pero además de todas estas noticias que por momentos agobian y quitan la respiración, esta semana se cumplieron seis meses desde que un grupo de amigos entrañables de la ciudad de Rosario dejaron sus vidas mientras paseaban por una bicisenda al borde del río Hudson, cerca del World Trade Center, en la lejana Nueva York.
Hacía 30 años que estos compañeros habían egresado del Instituto Politécnico de Rosario. Sin embargo, desde el primer momento se empeñaron en hacer todo lo necesario como para que la vida no los separe. La amistad era demasiado valiosa como para que se esfumara por los caprichos del tiempo.
Decidieron celebrarlo juntos. Y así organizaron el viaje de sus vidas. Hacia allá fueron los ocho amigos, pero cinco de ellos jamás regresaron: Hernán Diego Mendoza, Diego Enrique Angelini, Alejandro Damián Pagnucco, Ariel Erlij y Hernán Ferrucci, murieron en manos de un terrorista convencido de que por algún motivo vale la pena derramar sangre inocente.
Audio: Alejandra Sosa, esposa de Alejandro Pagnucco