En cualquier país donde exista una sociedad con una cultura cívica y democrática medianamente arraigada, ningún candidato se atrevería siquiera a dejar entrever su negativa a participar de un debate público previo a unas elecciones. Y no lo haría porque sería consciente de que una decisión semejante lo condenaría al ostracismo político.
En la Argentina, sin embargo, la negativa a debatir en público y en el marco de una serie de condiciones de ecuanimidad con el resto de los candidatos, no parece representar riesgo electoral alguno. Al menos, a esa conclusión arribaron el oficialista Daniel Scioli y sus asesores de campaña.
Hasta el martes de la semana pasada, colaboradores del gobernador de Buenos Aires trabajaron junto a la organización no gubernamental Argentina Debate en la preparación de este evento. Todo indicaba que, por primera vez en la historia de este país, los candidatos a la Presidencia de la Nación se encontrarían cara a cara para contraponer sus visiones sobre algunos de los principales temas que preocupan a los argentinos.
Sin embargo, y sin brindar explicación alguna, la situación cambió de repente. Tanto fue así, que los organizadores del debate se enteraron a través de los medios de comunicación de que Daniel Scioli no estaría presente.
Pero eso no es todo. Como el candidato del oficialismo decidió no debatir, la Televisión Pública optó por no transmitir este evento. Según la explicación que se brindó a los miembros de Argentina Debate, el encuentro no será televisado porque no participarán todos los candidatos. Lo paradójico, en todo caso, es que el que rehuye al compromiso es el postulante que representa al mismo gobierno que administra la televisión del Estado.
Lo más probable es que, mientras el debate se realice, la Televisión Pública transmita un partido de fútbol. Todo un símbolo de una cultura cívica escuálida y de una sociedad en la que los valores primordiales se encuentran drásticamente subvertidos.
Frente a esta situación, incluso estuvo en dudas la presencia de otros candidatos. Sin embargo, finalmente todos los opositores tomaron la decisión de estar presentes, a pesar de que algunos de ellos son conscientes de que el hecho de debatir en público podría perjudicarlos.
A pesar de esta situación generada por la negativa de uno de los contendientes, los organizadores insisten en la importancia que revestirá el evento de este domingo. Será, en definitiva, el primer debate presidencial de la historia del país. Y Scioli se convertirá en el candidato que decidió no participar de un momento que debería resultar trascendente para todos.
Será un nuevo hito en la triste historia política de un país que todavía recuerda lo sucedido en el trunco debate entre los candidatos Carlos Menem y Eduardo Angeloz. Fue en 1989, cuando el riojano decidió no asistir para no arriesgar su liderazgo en las encuestas. Y si bien su presencia fue reemplazada por una silla vacía, Menem terminó gobernando a la Argentina durante toda una década.
Resulta llamativo que Scioli haya optado por el mismo camino que Carlos Menem, sobre todo si se tiene en cuenta que, para el discurso kirchnerista, el menemismo es el responsable de gran parte de los males actuales del país.