Un año fagocitado por la política

A pesar de las inocultables urgencias internas, de la coyuntura internacional adversa y de la necesidad de adoptar con premura una serie de decisiones clave, la Argentina se permitió perder todo un año en discusiones estériles y en interminables campañas políticas.
 
Así transcurrió 2015. En abril, se realizaron elecciones primarias en Ciudad de Buenos Aires y en las provincias de Santa Fe, Salta y Mendoza. También hubo comicios generales en Neuquén. 
 
En mayo hubo primarias en Chaco y generales en Salta. En junio, se volvió a votar en Santa Fe, Río Negro, Mendoza y Tierra del
Fuego. En julio, en La Pampa, La Rioja, Córdoba y en Ciudad de Buenos Aires. Y como hubo segunda vuelta, los porteños volvieron a las urnas antes de que finalizara el mes.
 
En agosto se produjeron las elecciones primarias presidenciales. Pero también votaron en las provincias de Buenos Aires, Chubut, San Juan, Misiones, San Luis, Entre Ríos y Tucumán. Los chaqueños fueron a las urnas en setiembre.
 
El cronograma electoral de este año literalmente perdido continúa. En octubre habrá elecciones presidenciales nacionales generales. Además, se realizarán comicios provinciales en Buenos Aires, Chubut, Catamarca, Formosa, La Pampa, San Juan, Santa Cruz, Misiones, San Luis, Entre Ríos y Jujuy.
 
La historia no está escrita. Y en caso de que ninguno de los candidatos presidenciales logre más del 45{e84dbf34bf94b527a2b9d4f4b2386b0b1ec6773608311b4886e2c3656cb6cc8c} de los votos o el 40{e84dbf34bf94b527a2b9d4f4b2386b0b1ec6773608311b4886e2c3656cb6cc8c} con una diferencia de diez puntos sobre el segundo, habrá balotage.
 
Este intrincado cronograma electoral no sólo viene generando situaciones desgastantes e inconvenientes a escala nacional. En las provincias, se produjo el mismo fenómeno.
 
Santa Fe es un claro ejemplo. Desde junio pasado, Miguel Lifschitz es el gobernador electo, pero no podrá asumir la conducción provincial hasta diciembre próximo. Se trata de seis meses interminables, durante los cuales el futuro mandatario no puede tomar decisiones. Ni siquiera resulta conveniente que dé a conocer su opinión sobre los principales problemas que atraviesa la provincia o acerca de cuáles serán sus líneas de acción porque, de hacerlo, estaría afectando la gobernabilidad de quienes todavía están en funciones.
 
Por estos días, por ejemplo, el gobernador Antonio Bonfatti está dando a conocer un nuevo plan de seguridad para la ciudad de Rosario. Se supone que en la elaboración de dicho programa, participaron colaboradores de Lifschitz. Sin embargo es apenas eso: una suposición.
 
En la ciudad de Santa Fe pudo haberse producido una situación similar con la transición de gobierno, en caso de que José Corral hubiese perdido las elecciones. Al haber sido reelecto, este problema terminó disimulándose.
 
Finalmente, se produjo otro hecho desconcertante para la ciudadanía: a lo largo de este año, algunos políticos hicieron campaña para competir por cargos diferentes. Por ejemplo, se da el caso de quienes en su momento se postularon a gobernador o a intendente, pero ahora lo hacen por una banca en el Congreso de la Nación.
 
Estas situaciones contribuyeron a incrementar la confusión y la apatía entre los votantes. En un año en el que la clase política se encargó de generar desconcierto, a despilfarrar recursos y, sobre todo, a perder tiempo valioso.