El profundo dolor que la muerte de Néstor Kirchner provocó en la Presidenta la Nación tuvo un efecto reparador en la relación entre Cristina Fernández y un sector importante de la ciudadanía, que a partir de ese momento cobijó con su apoyo a la mandataria y valoró en ella la entereza puesta de manifiesto para enfrentar el duro trance.
Las encuestas de opinión reflejaron casi de inmediato los cambios. La misma Presidenta vapuleada por la crisis con el campo y catalogada hasta entonces por muchos como una simple marioneta de su esposo, mejoró su imagen positiva en 23 puntos. Según la consultora Managment & Fit, una semana después del deceso de su marido la aprobación a Cristina había pasado del 34,20 al 57,40 por ciento. En el mismo contexto, la desaprobación descendió del 60,30 al 31 por ciento.
El viento de cola para el gobierno se pareció, entonces, a un huracán. Sin embargo y cuando nadie lo esperaba, una serie de decisiones en el plano político amenazan con transformar en una brisa a las mismas ráfagas huracanadas que parecían llevarse todo por delante.
Se sabe que el clima político puede cambiar de la noche a la mañana por factores externos, inmanejables, inesperados -la muerte de Néstor Kirchner se enmarca en estas categorías-. Pero el clima político también puede variar por opciones desacertadas. Y éste parece ser el contexto actual.
El gen kirchnerista
La estrepitosa derrota de Daniel Filmus en Capital Federal no fue producto de la casualidad. Poco antes, la Presidenta había dejado un tendal de heridos en las designaciones de candidatos a cargos ejecutivos y legislativos. Previamente, el gobierno nacional ni siquiera disimuló sus intentos de complicarle la gobernabilidad a Mauricio Macri, sin caer en cuenta que los supuestos escollos al entonces candidato a presidente llevaban el malhumor de los porteños a límites intolerables.
Una situación semejante podría producirse el domingo en Santa Fe, donde todo indica que los modos kirchneristas de ejercer el poder llevarán a muchos peronistas a votar a Miguel Torres del Sel. El más beneficiado será, entonces, Antonio Bonfatti. Un supuesto tercer lugar de Agustín Rossi -que no parece posible- representaría un verdadero mazazo para la Casa Rosada.
En Córdoba, los principales dirigentes del peronismo se negaron a que sus decisiones fueran digitadas desde Capital Federal. Entonces, no hubo acuerdo y no habrá candidato kirchnerista ganador.
Pero éstos no son los únicos errores políticos que hacen mermar la fuerza de los vientos huracanados a favor de la Presidenta.
Cuando en junio de 2010 un grupo de diputados de la Coalición Cívica se presentó ante la Unidad de Investigaciones Financieras (UIF) para denunciar supuestos delitos en el manejo de los fondos que recibía la Fundación Madres de Plaza de Mayo, nadie hizo nada. El gobierno decidió que lo mejor era esconder el asunto debajo de la alfombra. Pero las evidencias fueron tan fuertes que el escándalo terminó estallando; y el estallido se produjo ahora, en medio de la campaña política. Las esquirlas de la noticia hubiesen sido menos perjudiciales para la Presidenta a mediados de 2010.
Los efectos de aquella decisión oficial de no investigar -ni controlar el manejo de los fondos- fueron tan poderosos, que incluso lograron lo que parecía imposible: manchar la imagen de las Madres de Plaza de Mayo. Es que, aunque duela, la credibilidad de la institución que nació del dolor y la búsqueda de verdad, quedó inevitablemente herida. Nadie hubiera imaginado hace poco tiempo que el 14 de julio de 2011, Hebe de Bonafini iba a ser increpada por trabajadores de su Fundación que reclaman deudas salariales. El hecho no ocurrió en cualquier lugar. Fue a pocos metros de la misma Pirámide que durante 34 años las vio desfilar en silencio, pidiendo justicia.
Pero la lista de equivocaciones políticas del gobierno continúa. En su enfrentamiento contra el diario Clarín, el kirchnerismo transformó en bandera de lucha político-sectorial la posibilidad de que Felipe y Marcela Noble Herrera fueran hijos de desaparecidos. Si bien es verdad que tal vez lo sean y que la investigación deberá continuar, hasta el momento todos los estudios de ADN arrojaron resultados negativos. Si el kirchnerismo no hubiese manejado este tema como lo hizo, gran parte de los argentinos ni siquiera sabría quiénes son Felipe y Marcela.
El viento de cola para la candidatura de Cristina Fernández continúa soplando y la posibilidad de triunfo en primera vuelta sigue siendo alta. Sin embargo, una serie de decisiones políticas hicieron que las ráfagas ya no sean huracanadas.
Es verdad que, tal vez, el gobierno podría haber evitado algunos errores.
Sin embargo, dicha posibilidad resulta improbable, pues este modo de hacer las cosas -con sus pros y sus contras- forma parte inequívoca del más profundo gen kirchnerista.