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Carlos Reutemann, el hombre de los pensamientos inescrutables

Esta nota fue publicada en www.airedesantafe.com.ar

Sólo sus seres más cercanos sabrán si Carlos Alberto Reutemann logró alguna vez ser feliz. A la distancia, siempre dio la sensación de que por momentos sus pensamientos lo atormentaban, a pesar de que no resultaba nada fácil saber qué era lo que estaba pensando.

Ya fuera por su carrera deportiva o por su historia política. Para algunos, un piloto brillante y estratega. Para otros, un eterno segundo. Para algunos, un político sereno y confiable. Para otros, un frío especulador.

Así fue la vida de Carlos Alberto Reutemann. Un hombre que a pesar de sus aciertos y de sus errores, ocupará para siempre un lugar destacado en la historia de la provincia de Santa Fe.

Carlos Reutemann pudo ser presidente de la Argentina, pero decidió bajar su candidatura. Nunca explicó claramente cuáles habían sido las verdaderas razones de su decisión.

Un piloto extraordinario –sí, extraordinario aunque nunca fuera campeón de Fórmula 1–, un político exitoso –sí, porque nadie sin una cuota importante de éxito logra ser dos veces gobernador, senador durante décadas y casi candidato a presidente de la Nación–. Sin embargo, siempre dio la sensación de que sólo se relajaba y se sentía plenamente seguro cuando hablaba de los asuntos del campo. Incluso, cuando gobernaba Santa Fe.

Aquella tormenta perfecta

Carlos Alberto Reutemann estará relacionado por siempre con la palabra “inundación”. O, mejor dicho, “inundaciones”.

Durante su primera gobernación (1991-1995), jugó un rol importante frente a una de tantas crecidas extraordinarias del río Paraná y en la decisión de construir el anillo de defensas costeras que cambiaron la vida de miles de personas e, incluso, modificaron la fisonomía de la ciudad de Santa Fe.

Pero en su segunda gobernación (1999-2003) las cosas cambiaron. El mismo Carlos Reutemann que el 26 de abril de 2003 descendía de un helicóptero luego de sobrevolar las zonas inundadas a lo largo de toda la cuenca del río Salado y advertía que se acercaba un desastre, pronunció días después la histórica frase “A mí nadie me avisó”, cuando el desastre ya había arrasado con las vidas de más de 120.000 santafesinos.

Aquello fue una verdadera catástrofe. Es verdad que las lluvias fueron excepcionales. Es cierto que parte de las defensas sobre Salado no se habían terminado. Sin embargo, fueron los errores del gobierno de Santa Fe los que terminaron por generar una tormenta perfecta.

Antes del 29 de abril, porque nada se hizo para proteger a la gente del cordón oeste de la ciudad. Durante el 29 de abril, porque no existía ningún plan de contingencia, ni se intentó alguna alternativa. Luego del 29 de abril, porque se demoraron decisiones cruciales -como dinamitar la Av. Mar Argentino para que el agua pudiera salir de la ciudad-. Y después de la tragedia, porque el entonces gobernador jamás rindió cuentas de sus actos y sólo dos funcionarios provinciales -Ricardo Fratti y Edgardo Berli- y un intendente -Marcelo Alvarez- se enfrentaron a una Justicia que pareció hecha a medida.

Nada fue igual para Carlos Reutemann luego de la inundación del río Salado en 2003. Sin embargo, siguió ganando elecciones,

Amado u odiado. Respetado o criticado. Valorado o despreciado. Ganó las elecciones en los mismos barrios que habían quedado bajo agua. Por algún motivo que seguramente lo excedía, Carlos Reutemann siempre gozó de una suerte de blindaje en la mirada de muchos. Incluso, cuando a pesar de sus eternos silencios y su inacción crónica en el Senado de la Nación lograba ser una y otra vez reelecto.

Reutemann pudo ser Presidente de la Nación en los convulsionados tiempos que sucedieron al quiebre económico y social de 2001. Era el candidato perfecto para un Eduardo Duhalde que buscaba su salida. Pero algo pasó y, fiel a su estilo, Reutemann jamás lo explicó con claridad. “Vi algo que no me gustó”, fue la enigmática frase que pronunció en 2002 al bajar su precandidatura.

Carlos Reutemann siempre fue habilidoso en el juego de hablar a medias, de decir sin decir, de eludir responsabilidades frente a situaciones cruciales: cuando dijo “A mí nadie me avisó”, responsabilizó a otros por el desastre del Salado; y cuando respondió “Vi algo que no me gustó”, hizo exactamente lo mismo para no ir por la Presidencia.

Las razones de sus errores o los motivos de sus decisiones importantes, siempre estaban afuera. Quizá fue esta rara habilidad la que le generó esa suerte de escudo que lo hizo indestructible a lo largo de su exitosa carrera política.

Los últimos años fueron duros para Carlos Reutemann. Primero lo afectaron permanentes dolores de columna producidos por sus años de piloto. Y luego enfrentó un cáncer difícil de superar.

Los últimos años fueron duros para Reutemann. En 2017 fue intervenido en Nueva York a causa de un cáncer. Y desde entonces su estado de salud quedó muy deteriorado, a pesar de que siempre mantuvo su lucidez.

El hombre que se fue será por siempre recordado en Santa Fe. Para bien, o para mal. Como piloto exitoso, o como segundo de Alan Jones. Como el gobernador de la tragedia del Salado, o el gobernador que mantuvo las cuentas provinciales en orden a pesar del caos de 2001.

El hombre que generaba miradas antagónicas. El hombre de las frases ambiguas. El hombre tantas veces inescrutable. El piloto brillante. El político imbatible. El que nunca arriesgaba más allá de lo absolutamente imprescindible. El que casi siempre parecía atormentado por sus pensamientos.

Carlos Alberto Reutemann ya no está. Pero decididamente ocupará para siempre un lugar destacado en la historia de la provincia de Santa Fe.