Campaña política: el negocio de no decir

Vaya paradoja: en la política argentina, el candidato que habla de propuestas concretas tiene grandes posibilidades de acabar derrotado. O, dicho de otra manera, quien promete o se compromete con una determinada acción, termina siendo mirado con desconfianza.
 
No parece casual que esto suceda. De hecho, fueron los mismos políticos quienes se las ingeniaron durante décadas para destruir cualquier atisbo de credibilidad en sus palabras.
 
Por ese motivo, los principales candidatos a la Presidencia de la Nación prefieren participar del primer programa de Marcelo Tinelli, en lugar de hacerlo en el primer debate público y con reglas claras.
 
Este fenómeno -que suele replicarse en elecciones provinciales y locales- no se produjo de un día para el otro. En la memoria colectiva, seguramente resuenan aún aquellos slogans de campaña que terminaron siendo vapuleados por los hechos: “No los voy a defraudar”, decía un Carlos Menem con patillas que prometía un salariazo que nunca existió; “Acá se acabó la fiesta”, insistía un Fernando De la Rúa que terminó siendo investigado por supuestos sobornos en el Senado y por la muerte de manifestantes en plena Plaza de Mayo en Buenos Aires; “El que depositó dólares, recibirá dólares”, afirmaba Eduardo Duhalde antes de darse cuenta de que se trataba de un compromiso irrealizable.
 
Por estas horas se conoció en Córdoba un supuesto dossier elaborado por Jaime Durán Barba, el gurú del PRO y preferido por Mauricio Macri, en el que se les brinda una serie de precisas recomendaciones a los candidatos:
 
– “No importa hablar de propuestas, importa emocionar a la gente que está escuchando”.
 
– “No importa la pregunta del entrevistador, pensar en el oyente y repetir el mensaje que queremos que el oyente escuche”.
 
– “Si bien los periodistas siempre intentarán llevarnos hacia los problemas coyunturales de la política, candidaturas, alianza, tenemos que tener en claro cuál es nuestro mensaje”.
 
– Ante preguntas concretas, responder: “Ése es un tema de los políticos, lo importante es…”.
 
Puede que no haya sido Durán Barba quien redactó estas recomendaciones. Sin embargo, la realidad es que los discursos que se escuchan durante este año de elecciones resultan llamativamente fieles a dichas recetas.
 
Entre los políticos del PRO, la palabra “corazón” es una constante. Retumba de una manera vacía… pero retumba. Y esto es lo único que parece importar.
 
En la otra vereda las cosas no difieren demasiado. “Un país de buena gente” es el slogan elegido por el kirchnerismo desde hace tiempo. Mientras tanto, la emotividad que intenta imprimirle Cristina Fernández a cada uno de sus discursos resulta por momentos empalagosa.
 
La sociedad argentina parece encerrada en su propio laberinto. Si los políticos prometen o se comprometen con acciones concretas, no resultan creíbles y, por lo tanto, sus posibilidades electorales se desvanecen.
 
Sin embargo, si los políticos no prometen, ni se comprometen; se termina avalando un discurso vacío y jamás se verán obligados a rendir cuentas por sus actos. En definitiva, lo que recibirán es una suerte de “carta blanca” para que tomen las decisiones que les plazca, una vez que sean gobierno.
 
Al reaccionar de esta manera la sociedad argentina construye su propia trampa: hombres sin capacidades, ni proyectos, encuentran la llave que los lleva hacia el poder. O peor aún: políticos inescrupulosos y ávidos de poder, llegan a él sin haber asumido compromiso alguno.