Viernes, abril 26, 2024
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Vivir o morir: cuatro casos espejo en la ciudad de Santa Fe

Esta nota fue publicada en www.airedesantafe.com.ar

 

Maximiliano Olmos y Santiago Gómez nunca se conocieron. Julio Cabal y Gabriel Otte jamás cruzaron palabra. Sin embargo, el destino quiso que los cuatro se convirtieran en imprevistos protagonistas de historias que podrían ser gemelas, si no fuera porque la vida y la muerte jugaron sus cartas de manera dispar.

El 17 de setiembre de este año, poco después del mediodía, un joven detuvo su moto frente a un comercio de Urquiza al 2200 de la ciudad de Santa Fe. Se bajó, armado y dispuesto a utilizar su arma. Entró al negocio para robar y se topó con Julio Cabal, un joven de 29 años amante de la música, el rugby y la poesía, amigo de sus amigos y con una mirada siempre clara.

El asaltante disparó en varias oportunidades y una de las balas impactó en el tórax de Julio. Fue el tiro que acabó con su vida.

Pocas horas después, miles de personas marcharon hacia Casa de Gobierno. Otros, se congregaron frente al Ministerio de Seguridad. Más allá de la bronca, el reclamo y la angustia, Julio estaba muerto.

Tres meses después, poco después del mediodía del 27 de noviembre, otro comerciante se encontró cara a cara con la fatalidad. Ese día, Kevin “Churrito” Espíndola estuvo más de media hora en el comercial ubicado en Obispo Gelabert, entre 25 de Mayo y San Martín, en plena Recoleta santafesina y a escasos metros de la Policía Federal.

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De repente, sacó una faca, comenzó a pedir el celular y ropa al propietario del local, Gabriel Otte. Él se negó, hubo gritos, forcejeos. Hasta que “Churrito” atacó con su cuchillo. Gabriel cayó ensangrentado, con daños en distintos órganos. Pronto llegaron los patrulleros y la ambulancia, lo llevaron rápidamente al hospital Cullen y, gracias a los médicos, Gabriel comenzó a recuperarse luego de un largo período de incertidumbre.

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Julio y Gabriel nunca se conocieron, pero el destino quiso que ambos se convirtieran en imprevistos protagonistas de historias que podrían ser gemelas, si no fuera porque la vida y la muerte jugaron sus cartas de manera dispar.

Otros casos espejo

El 19 de setiembre la ciudad no salía aún del impacto provocado por el homicidio de Julio Cabal. Ese día, poco antes de las 21, Maximiliano Olmos, un muchacho de apenas 25 años, se dirigía en su moto a buscar a Daiana, su pareja, que terminaba de trabajar en la terminal de ómnibus. Pero fue emboscado por otros motociclistas en Pasaje Larramendi y Pasteur. Le dispararon y lo mataron para robarle la moto.

Maximiliano era un buen hijo. Había sido abanderado en la escuela Juana del Pino y, con mucho trabajo y esfuerzo, había comprado la moto de sus sueños. Lo que nunca imaginó, fue que con ella se iría su vida.

Apenas pasó algo más de dos meses para que la historia estuviera a punto de repetirse. A la 1.30 de este sábado 30 de noviembre, Santiago Gómez, de 28 años, circulaba con su moto en Castelli al 2800, del barrio Belgrano.

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Tal como le sucediera a Maximiliano Olmos, lo asaltaron dos motociclistas para robarle su moto.

Le dispararon primero en una pierna. Luego, en la otra. A pesar de los balazos Santiago comenzó a correr de manera desesperada. Pero cayó a los 30 metros y uno de los delincuentes se le acercó. “Por favor no me mates”, suplicó Santiago. De nada valieron las súplicas. El delincuente le apuntó en la cabeza, lo miró fijamente y gatilló. La bala nunca salió del arma.

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Maxi y Santiago jamás cruzaron palabra, pero ambos se convirtieron en imprevistos protagonistas de historias que podrían ser gemelas, si no fuera porque la vida y la muerte jugaron sus cartas de manera dispar.

Las estadísticas no siempre alcanzan a reflejar la realidad en toda su dimensión. Gabriel Otte y Santiago Gómez están vivos. Julio Cabal y Maximiliano Olmos, encontraron un final inesperado.

¿Milagro?, ¿azar?, ¿destino? Nadie lo sabrá jamás, pero lo único indubitable es que, en cada una de estas historias, los que atacaron estaban dispuestos a matar.


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