Como pocos, Ricardo Porta puede decir que nació dos veces. La primera, el 7 de octubre de 1943 en una casa muy humilde del barrio La Lona. La segunda, el 21 de diciembre de 1991, luego de un ataque cerebral que lo dejó cuatro días en coma cuatro.
Estuvo parapléjico. Con dificultades, aprendió nuevamente a moverse, a caminar y a hablar.
Aquella noche acababa de cenar con Osvaldo Piazza, por entonces técnico -por primera vez- de Colón. Luego de la cena tomaron un café en el Baviera de Santiago del Estero y 25 de Mayo. Volvió a su casa, encendió la luz, vio “un millón de estrellas” y se desplomó.
Seis horas después lo encontraron tirado en el piso y a partir de allí comenzó lo que Porta denomina su “segunda vida”.
Pocos días antes, José María Muñoz le había pedido que fuera su sucesor en Radio Rivadavia. Firmó un precontrato por 35 mil dólares mensuales que, obviamente, jamás pudo cumplir.
Casi 20 años después, Porta es un agradecido de la vida. Pudo volver a relatar partidos de fútbol, una pasión que inició cuando apenas tenía cinco años y relataba cotejos imaginarios junto con su hermano.