“Lamentablemente, los chicos siempre son utilizados como bandera. Sucede en la discusión por el matrimonio homosexual, como ocurre con las parejas con problemas o que deciden separarse”, afirmó Sissi Heredia, psicopedagoga que desde hace 18 años trabaja en la Casa Cuna de Santa Fe.
Durante todo este tiempo, le tocó ver situaciones muy duras, chicos separados a la fuerza de sus familias, víctimas de la violencia y el desamparo. Pero también tuvo la posibilidad de seguir de cerca el nacimiento de nuevas esperanzas, como ocurre cada vez que una pareja o una persona decide adoptar un hijo y el vínculo se desarrolla de manera armónica.
¿El matrimonio homosexual, representa un riesgo o una posibilidad de amor para los niños que esperan ser adoptados?
La pregunta no es caprichosa. De hecho, durante los últimos meses la figura de los chicos viene siendo utilizada como bandera, tanto por quienes están a favor del matrimonio entre personas del mismo sexo, como por los que se oponen a la ley.
Los primeros insisten en que existen matrimonios heterosexuales que abandonan a sus niños, que los maltratan y no les brindan amor. Los otros advierten que un chico con dos mamás o dos papás podría sufrir problemas en el desarrollo de su personalidad.
Para la psicopedagoga Heredia la respuesta a este interrogante es bastante sencilla: “Lo que más importa no es que un niño tenga un papá varón o una mamá mujer. Lo fundamental en el desarrollo de la personalidad es que cuente con personas que cumplan la función materna y la función paterna”.
Allí parece estar el meollo del asunto. En las funciones, en los roles, más que en el sexo de quienes integran una pareja.
“Si no fuera así –se preguntó Heredia-, ¿qué ocurriría con el niño cuya madre muere en el parto? ¿Ya nunca sentiría una figura materna que lo maternice, que le dé el lugar de hijo? ¿Qué ocurre cuando una mujer queda viuda y con hijos? ¿Ya no habrá quien ejerza el rol de padre y establezca los límites?”.
“Si una mujer se queda viuda, ese papá que ya no está sigue siendo el papá. O alguien del entorno del chico, un tío, un maestro, cualquiera, cumplirá esa función paterna. Y dependerá en esa mamá respetar dicha ley. No importa que el padre no esté realmente”.
La psicopedagoga explicó que desde los primeros días del nacimiento, la madre y el hijo conforman una suerte de célula que plantea prácticamente la imposibilidad de vivir el uno sin el otro. Sin embargo, “luego debe intervenir la función paterna para romper dicho vínculo, pera establecer límites. De lo contrario, el niño nunca se convertirá en sujeto de deseo y estará siempre pendiente del deseo de su madre. El rol paterno hace que la madre pueda tener otro deseo que no sea su hijo”.
“La ley del padre corta ese vinculo. Y el sexo de quien cumpla con esa función no es lo más importante. Lo esencial es que pueda cubrir ese rol”, insistió.
De todos modos, aclaró que “antes de entregar a un niño en adopción siempre se debe evaluar. No todas las parejas están en condiciones de hacerlo, más allá del sexo de las personas que la integren”.
Aun así, Heredia reconoció que “venimos de un modelo tradicional de familia, conformada por una mamá mujer y un papá varón. Por eso, cualquier cambio incomoda y no resulta sencillo de asumir”.
– ¿Qué harías si tuvieras que decidir el destino de un chico en adopción y te encontrás con dos parejas de buenas personas, pero en un caso se trata de integrantes de distintos sexos y, en el otro, del mismo sexo?
“Cada caso es particular, pero me volcaría al chico. Trataría de conocerlo, de escucharlo, de determinar cuáles son sus intereses y deseos. No es que el niño me vaya a decir con quién quiere ir. Pero sí puedo descubrir en él elementos que me ayuden a decidir. El niño, siempre, debería ser el foco de atención”.