Esta nota fue publicada en AIRE DIGITAL.
Abril de 2008. Entrevista radial. De un lado, el desaparecido Fernando Peña; del otro, el dirigente kirchnerista Luis D’ Elía.
– “Tenemos una nota de color. Adelante por favor. De color. De color negro, porque está Luis D’ Elía del otro lado de la línea… Hola Luis… Fernando Peña. ¿Cómo le va?
Y el entrevistado responde:
– ¿Cómo le va sorete? Me va bárbaro. Con soretes como usted me va bárbaro. Uno a cero.
Peña: – Contame qué hiciste. Por qué le pegaste a la gente. Si te animás a contar la verdad.
D’ Elía: – “Odio a la puta oligarquía. Odio a los blancos. Te odio Peña. Te odio. Odio tu plata, odio tu casa, odio tus coches, odio tu historia, odio a la gente como vos, que defiende a un país injusto e inequitativo. Odio a la puta oligarquía argentina. Los odio con toda la fuerza de mi corazón. Los odio, te lo digo claramente.
Ya decía Sarmiento en los albores de 1880. No hay que ahorrar sangre de gauchos. Osea, no hay que ahorrar sangre de negros. Nosotros somos bosta, cada, basura para vos y para la lacra que es igual que vos. Sos un forro. Un sirviente de la puta oligarquía nuestra. Te la jugás de transgresor, pero no tenés bolas para bancar lo que bancamos nosotros.
Vos vivís en San Isidro, y estás hablando con Laferrere. Los odio. Odio a las clases altas argentinas que han hecho tanto daño, que han matado a tanta gente en nombre de una sola bandera, que es la bandera de su propia ganancia. Chau querido”.
Fin de la entrevista, realizada pocas horas después de que D’ Elía irrumpiera en la Plaza de Mayo y comenzara a golpear a manifestantes que se expresaban en contra del gobierno en medio de la discusión por la Resolución 125, vinculada con las retenciones al agro y que terminara por instalar el concepto de grieta en la Argentina.
Al otro día de los incidentes, el entonces jefe de Gabinete de la Nación, Alberto Fernández, defendió la actitud de D’ Elía. Dijo que la decisión de irrumpir en la Plaza “fue espontánea” y añadió: “No me parece razonable cargar las tintas sobre él”.
Una ley para limitar los “discursos de odio”
Paradojas de la historia. El mismo Alberto Fernández que hoy encabeza un gobierno desde el que algunos referentes comienzan a hablar de la necesidad legislar con el propósito de limitar los discursos que promueven el odio, es el que hace 14 años avalaba las actitudes de un dirigente que solo en esta entrevista mencionó en 13 oportunidades la palabra odio; que reconoció, sin tapujos, odiar a parte de la sociedad argentina; y que hace tan solo dos semanas convocó a tomar las calles “para la batalla contra la oligarquía, el imperio y la Corte”.
La titular del Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (Inadi), Victoria Donda, acaba de convocar al Consejo Federal de Políticas Públicas Antidiscriminatorias para iniciar la redacción de un proyecto de ley que tienda a frenar los discursos que promueven el odio.
Mientras tanto, el asesor presidencial Alejandro Grimson dijo que “Argentina tiene que avanzar en la limitación de los discursos del odio para lograr convivencia democrática sin violencia. Debería plasmarse en una ley o en un conjunto de leyes. Argentina prohíbe la apología del delito y ahora debe ver formas para sancionar los discursos del odio para fortalecer la democracia”.
Ningún referente del peso del gobierno salió públicamente a descartar los planteos de Donda y Grimson.
¿Quiénes son los que odian?
¿El odio tiene dueños?
¿Cómo definir un discurso como impulsor del odio?
¿Qué es el odio?
¿Odio es lo que expresa Fernando Peña diciendo “tenemos una nota de color negro”, o lo que plantea Luis D’ Elía respondiendo que odia a los blancos?
¿Hay odios buenos y aceptables?
¿Existen odios malos e intolerables?
¿Hay odios oficialistas y odios opositores?
¿Quién define quién odia realmente?
¿Quién puede distinguir entre un discurso de odio o un discurso crítico?
¿Existe acaso una suerte de “odiómetro” que contribuya a poner algo de certeza en medio de tantas preguntas?
Nicaragua, Venezuela: leyes contra “el odio”
La idea de Donda y de Grimson no es para nada original. En países como Nicaragua o Venezuela funcionan leyes similares.
En el caso nicaragüense, desde 2020 existe una ley cuyo texto plantea que las publicaciones que “incitan al odio y la violencia” recibirán de tres a cinco años de prisión.
En Venezuela, a partir de noviembre de 2017 rige la ley la “Ley Constitucional Contra el Odio, por la Convivencia Pacífica y la Tolerancia” que establece: “Quien públicamente o mediante cualquier medio apto para su difusión pública fomente, promueva o incite al odio, la discriminación o la violencia contra una persona o conjunto de personas (…) será sancionado con prisión de diez a veinte años, sin perjuicio de la responsabilidad civil y disciplinaria por los daños causados”.
Entre los potenciales acusados no solo aparecen políticos o periodistas, sino cualquier ciudadano que genere -por ejemplo a través de sus redes sociales- supuestos discursos de odio.
El debate sobre este tipo de regulaciones resurgió desde sectores del oficialismo, luego de que Fernando André Sabag Montiel gatillara en dos oportunidades a centímetros del rostro de la vicepresidenta Cristina Fernández.
Si bien el caso se encuentra en plena investigación judicial, el argumento de los impulsores de estas leyes es el siguiente: el bombardeo constante de información y de opiniones relacionadas con la posible participación de Cristina Fernández en hechos delictivos durante sus gobiernos -por eso está siendo juzgada-, alimenta el rechazo en algunos sectores de la sociedad e incrementa la posibilidad de que aparezcan potenciales asesinos como Fernando André Sabag Montiel.
Odios aceptables, odios reprochables
Es verdad es que existen medios de comunicación -especialmente algunos de alcance nacional- que permanentemente plantean posiciones y generan contenidos que, por lo general, tienden a estigmatizar a quienes se encuentran del otro lado del espectro ideológico.
También es cierto que algunos dirigentes políticos generan discursos de constante confrontación.
Solo a modo de ejemplo, mientras unos adelantan la culpabilidad de Cristina Fernández en las causas judiciales que la tienen como acusada, otros responsabilizan al gobierno de Mauricio Macri por todos y cada uno de los males actuales.
Las miradas están repartidas. Quienes afirman que los canales de noticias opositores al gobierno captan la mayor parte de la audiencia se equivocan. Luego del atentado contra Cristina Fernández, el canal C5N -abiertamente oficialista- rondó los 7 puntos; mientras que LN+, TN y A24 se repartieron 8 puntos totales.
En realidad, Cristina Fernández y Mauricio Macri no son lo que realmente importa en este debate. Hoy son ellos los principales exponentes de tantas miradas contrapuestas, pero mañana pueden ser otros.
D’ Elía odiaba a Fernando Peña por vivir en San Isidro, pero ama a Cristina Fernández que vive en el barrio de la Recoleta. Y para quienes detestan a Mauricio Macri, ¿acaso lo considerarían mejor dirigente si fuera vecino de Luis D’ Elía en Laferrere?
¿Qué es odio? ¿Hay odios aceptables y odios reprochables?
Lo bueno, en todo caso, es que en la Argentina el ciudadano común todavía tiene la posibilidad de cambiar de canal de televisión, de elegir entre diferentes medios de comunicación, de optar por cualquiera de las plataformas disponibles y determinar a través de quiénes prefiere informarse.
También puede expresarse libremente. Las redes sociales llegaron para equiparar a todas las voces y para reducir, en gran medida, el poder de los otrora grandes medios de comunicación.
Lo mismo sucede en materia política. Es que, más allá de la grieta -que no es exclusiva de la Argentina- este país ofrece la posibilidad de escuchar a todas las voces, de votar con libertad y de generar alternancias, a pesar de las inocultables miserias de gran parte de la dirigencia.
¿Qué es el odio?… ¿Lo que expresa Fernando Peña diciendo “tenemos una nota de color negro”, o lo que plantea Luis D’ Elía respondiendo que odia a los blancos? ¿Lo que expresa un periodista crítico de Cristina Fernández, o lo que plantea un periodista crítico de Mauricio Macri?, ¿un político opositor o un político oficialista?
El planteo de legislar para contener “discursos de odio” atenta frontalmente contra la libertad de expresión y los principios elementales de la Constitución de la Nación Argentina.
En todo caso, existen otros posibles delitos que se pueden cometer a través de las palabras, como injurias, calumnias, apología del delito o instigación a la violencia.
No hay nada que inventar. Están en el Código Penal, y al alcance de todos los ciudadanos.