Al economista Aldo Pignanelli le tocó afrontar durante 2002 lo que por entonces aparecía como tarea incierta y de verdadero riesgo: conducir el Banco Central de la República Argentina, luego de la crisis que estalló en 2001 y que dejó al país con un 50% de pobres y un 20% de desempleados.
“Nosotros éramos los únicos que teníamos confianza en que se podía salir adelante”, bromea ocho años después, frente a una Argentina cuya realidad contrasta con la de aquellos días. “Recuerdo que en mis primeros dos meses de gestión tuve que decretar 92 feriados bancarios. Ni siquiera teníamos bancos”, recuerda.
Pignanelli advierte que en estos momentos, “la única la única herramienta que utiliza el gobierno para frenar la inflación pasa por congelar el tipo de cambio, y ya conocemos en la Argentina cuál es el final de esta historia, pues se termina presionando sobre la competitividad de la industria, se generan problemas de empleo y luego viene la necesidad de ajustes”.
Frente a esta coyuntura, plantea que “por un problema de inflación el dólar se está atrasando. No es que el dólar esté atrasado. Lo que se está adelantando es la inflación, que llega al 25% anual”.
Por esta razón recomienda “ir haciendo pequeños retoques. Una cosa es devaluar y otra ajustar el tipo de cambio”.
“En este momento, el dólar debería estar entre 4,20 y 4,30 pesos, pues de lo contrario pronto se complicará la posibilidad de competir, por ejemplo, con la industria brasileña, donde la inflación es del 4 por ciento anual”, agrega.
Recientemente, el ministro de Economía, Amado Boudou, concurrió al Congreso para exponer sobre los puntos principales del Presupuesto para el año que viene y adelantó que el gobierno espera un dólar de aproximadamente 4,10 pesos.