“Creo que no se dice toda la verdad”, afirmó el ingeniero químico Carlos Palavecino, un argentino que durante 35 años trabajó en la empresa AIG de Alemania, construyendo los mismos reactores que hoy están a punto de sucumbir en Japón, en un país donde la gente continúa dando muestras de fortaleza, organización y sacrificio.
“Estamos a un pasito de Chernobyl, si es que no estamos ya en Chernobyl. Me resulta muy difícil creer que se pueda revertir la situación. Cuando un para la reacción en cadena, que es lo que ocurrió, el calor residual no se detiene, sino que se sigue incrementándose”, insistió.
– ¿Qué puede ocurrir en el futuro inmediato?
– Lo que sigue es que la masa de uranio pierde su configuración. Las vainas metálicas que contienen el uranio se funden y el uranio simplemente cae al piso. Entonces ya no es posible enfriarlo. Alcanzará los 2.200 grados e irá comiendo todas las estructuras que lo contienen. Se va a contaminar el agua, se va a contaminar el aire. Desgraciadamente toda el área. Según mi experiencia, puede llegar a un área de 50 kilómetros alrededor de las centrales donde no habrá vida.
– ¿Y que ocurrirá más allá de los 50 kilómetros?
– Las partículas radiactivas son transportados por el viento. Según los estudios que hicimos en nuestra compañía, las partículas más peligrosas no alcanzan más allá de 50 kilómetros. Luego existe una zona donde la radiación no es tan alta, pero las partículas radiactivas pueden generar cáncer al tiempo.
En Chernobyl colapsó un reactor. Ahora estamos hablando de cuatro. Chernobyl va a cumplir 25 años de ocurrencia y todavía en la zona no viven seres humanos, no se puede cultivar, no hay nada. Chernobyl significó el equivalente a 500 bombas de Hiroshima en cuanto a contaminación.
Si el viento rotara hacia el lado de China, habrá afectado algunas zonas cercanas, como a Corea o parte de Rusia. Pero el resto del planeta no corre peligro.
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