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¿Culpable o inocente?, ¿abusador de menores o víctima de un sistema judicial que no brinda confianza?, ¿un peligro para la sociedad o un hombre al que le arruinaron la vida por delitos que nunca cometió?
Para el docente de Educación Física del jardín Ceferino Namuncurá de la ciudad de Santa Fe, Juan Trigatti, no parecen existir las posturas intermedias: en octubre del año pasado, tres jueces lo absolvieron, sin dudar, de todas las acusaciones por supuestos abusos a niñas de cinco años; pero ocho meses después, otros tres jueces dijeron, con certeza absoluta, que debe ser condenado por delitos aberrantes.
La revisión de las sentencias no solo forma parte de las reglas de juego del sistema judicial, sino que este esquema de diversas instancias de comprobación representa una garantía para toda persona acusada de delito.
Lo llamativo, en este caso, es que los dos tribunales tuvieran frente a sí exactamente las mismas evidencias, los mismos testimonios, la misma investigación realizada por los mismos fiscales del Ministerio Público de la Acusación. Y que llegaran a conclusiones diametralmente opuestas.
En otras palabras, durante los meses que transcurrieron entre la absolución y la condena de Trigatti, no surgió ningún elemento probatorio novedoso, que contribuyera a torcer la balanza de la Justicia hacia uno u otro lado.
Lo único que cambió, fue la interpretación de los jueces que integraron el primer tribunal, y la interpretación de los jueces que conformaron el segundo.
En el programa Creo, que se emite cada mañana en AIRE, el fiscal regional, Jorge Nessier, habló del caso y de este cambio rotundo en la postura de la Justicia.
– ¿Cómo es posible que tres jueces concluyeran, con las evidencias presentadas, que Trigatti es inocente; y otros tres jueces, con las mismas pruebas, dijeran que es culpable?
– Tiene que ver con el análisis que hizo el primer tribunal del relato de las niñas víctimas. Prácticamente, se había desconocido el relato.
El nuevo tribunal desacreditó la forma utilizada, en primera instancia, para valorar la credibilidad de las niñas, a través de un método de psicología experimental que no está predispuesto para una práctica forense.
El método seguido no tiene validación científica o en la experiencia, como para concluir que el discurso de las menores había sido “inoculado” o “inculcado” por otras personas mayores de edad.

Cuando absolvieron a Juan Trigatti, las familias de las niñas involucradas en el caso expresaron su dolor.
Maiquel Torcatt / Aire Digital
– Los primeros jueces dijeron que a las nenas las manipularon para que dieran un relato. El segundo tribunal dijo que las niñas decían la verdad. ¿Qué cambió para que los jueces arribaran a conclusiones totalmente opuestas?
– Cambiar, no cambió nada en cuanto a las evidencias presentadas. Lo que cambió fue el análisis que se realiza por parte de un tribunal y del otro. Los fiscales, en la apelación, hicieron referencia a que el método utilizado -para entrevistar a las niñas-, no es propio de las ciencias jurídicas y que, incluso, está cuestionado en la psicología.
El segundo tribunal concluye que no se probó la supuesta “inoculación” o “histeria colectiva” que la primera sentencia transforma en el principal argumento para analizar las declaraciones de las niñas, de los familiares y de los profesionales que intervinieron.
El nuevo tribunal da por sentado que hay cinco niñas que relatan haber sido abusadas por un docente, en el ámbito escolar, y que en la primera instancia se intentó desacreditar a una madre que llevó a su hija a un centro de salud -para ser revisada por profesionales-.
– Los médicos de ese centro de salud, ¿vieron signos de abusos?
– En alguno de los casos hubo una corroboración del relato de las niñas, a través de exámenes médicos que advirtieron lesiones compatibles con abuso sexual.
Cuando la Justicia se parece demasiado a una moneda en el aire
A estas alturas de las circunstancias, a partir de las posturas concluyentes y contradictorias de los magistrados que intervinieron en este caso, solo quedan dos alternativas: o los primeros tres jueces permitieron que un abusador de menores estuviera en libertad durante ocho meses, o los miembros del segundo tribunal están provocando un daño de consecuencias irreparables al docente Juan Trigatti y su familia.
En el medio de tales extremos, solo parece interponerse una cuestión de interpretación entre dos grupos de jueces, sobre las mismas evidencias.
Sin embargo, la mera interpretación de unos y otros magistrados sobre las mismas pruebas, no parece un argumento suficiente como para convencer, sin lugar a dudas, sobre la inocencia o culpabilidad de un acusado. Mucho menos, frente a delitos de tamaña gravedad y consecuencias para las posibles víctimas y para el supuesto victimario.
Sobre todo, en un caso que desde el principio estuvo atravesado por una serie circunstancias que solo contribuyeron a reforzar la incertidumbre: los fiscales y la policía nunca resguardaron las imágenes de las cámaras de seguridad del jardín de infantes; la abogada que intervino desde el área de Niñez de la Municipalidad, comparte estudio jurídico con una de las abogadas querellantes que, a su vez, tuvo como clienta a la primera fiscal que participó de las investigaciones.

La familia y quienes conocen a Juan Trigatti nunca tuvieron dudas sobre su inocencia.
Quizá, nada hubiese cambiado si estas situaciones no hubieran sucedido. Pero sería de necios negar que se trata de circunstancias que, al menos, pueden ser catalogadas como inconvenientes.
Si Trigatti es realmente culpable, estos hechos no contribuyeron a generar un marco de confianza en la condena. Y si Trigatti es inocente, estas situaciones no ayudaron a brindar bases sólidas para sostener su absolución.
Para algunos, Trigatti nunca dejó de ser inocente. Para otros, Trigatti fue culpable desde un principio. Más allá de quienes solo parecen interesados en encontrar argumentos que sostengan sus creencias, la Justicia tiene el deber de probar con elementos sólidos y concluyentes la culpabilidad de todo imputado.
Seguramente, tanto los jueces que absolvieron, como los que condenaron a Trigatti, están convencidos de contar con los argumentos jurídicos que avalan sus posturas. Sin embargo, es inevitable que el ciudadano común quede perplejo ante este tipo de situaciones.
En casos como el de Juan Trigatti, cuando la inocencia o la condena por delitos tan graves depende de una mera cuestión de interpretación, el sistema de Justicia se parece demasiado a una moneda en el aire.
Y nadie merece depender -o percibir que depende- de una moneda. Sin importar si es posible víctima, o supuesto victimario.

