La semana que está llegando a su fin pasará a la historia como un período complicado para el gobierno santafesino. A la hora de las miradas retrospectivas, será ésta una de esas páginas que algunos intentarán pasar lo más rápido posible, y otros preferirán saltear.
Pocas horas después de que la Corte Suprema de Justicia designara a un hombre confrontativo como Rafael Gutiérrez como su nuevo presidente -lo que seguramente no fue una buena noticia para el gobierno-, el Ejecutivo incurrió en una llamativa desinteligencia en la designación del nuevo secretario de Seguridad de la Provincia.
Tanto en lo formal, como en la práctica, Antonio Bonfatti es la segunda figura en importancia detrás del gobernador Hermes Binner.
Fue él, ni más, ni menos, quien ante los medios de comunicación informó durante la mañana del miércoles que el ministro de Seguridad, Daniel Cuenca, iba a ser reemplazado por el abogado Alvaro Gaviola. También dijo que el ex comisario José Luis Giacometti era el elegido para reemplazar a Carlos Iparraguirre en la Secretaría de Seguridad.
Pero en un par de horas, el anuncio del ministro se terminó diluyendo. Por lo que se sabe extraoficialmente, los subsecretarios Enrique Font, Gonzalo Armas y Leandro Corti dejaron en claro su desacuerdo con la designación del ex comisario rosarino. Finalmente, Giacometti no asumió.
El costo político para el gobierno después de semejante situación es mayúsculo desde distintos puntos de vista.
Para empezar, los hechos hicieron que las primeras declaraciones públicas de Alvaro Gaviola como ministro hayan pasado a la historia como un cúmulo de titubeos, en un área donde no existen demasiados márgenes para titubear. ¿Qué mensaje se le dio a los miles de policías de la provincia, que siguen con atención esta desventura del gobierno en la elección de un secretario de Seguridad?
Por otra parte, la figura del ministro Bonfatti quedó herida. Aunque al gobierno le duela aceptarlo, las desprolijidades terminaron exponiendo al hombre fuerte de Hermes Binner. Los hechos terminaron contradiciendo las palabras de Bonfatti, no la de un hombre de segundas líneas. La autoridad del ministro quedó cuestionada. Nada más, nada menos.
Desde lo político, el gobierno acaba de poner en manos de sus potenciales contrincantes una carta fuerte. A la hora de las críticas o reproches, seguramente el caso Giacometti retumbará con fuerza, como de hecho ya comenzó a ocurrir.
Por último, lo que tal vez sea más importante: la sensación que queda en la opinión pública. Y es que cualquier santafesino tiene hoy derecho a preguntarse: ¿si esto pasó en un área tan delicada como la seguridad, qué garantiza que no ocurra algo similar en otras áreas cuando el gobierno debe tomar decisiones importantes?
El Ejecutivo deberá mostrar ahora sus reflejos para salir lo antes posible de este atolladero.
Lo del miércoles fue un grave error, que no debería repetirse, no sólo por la imagen del gobierno y de los hombres que lo integran, sino sobre todo por la ciudadanía que desde hace demasiados años aguarda soluciones a ciertos problemas puntuales, entre los que la inseguridad ocupa un lugar relevante.