Gutiérrez, un hombre combativo

Si hay un nombre que incomoda a la Casa Gris, es el de Rafael Gutiérrez. Si existe una figura que representa al mismo sector del Poder Judicial que Hermes Binner criticó durante las últimas semanas, es la de este hombre.
El nombre de Rafael Gutiérrez debe estar retumbando aún en los oídos del gobernador y de sus colaboradores, luego de que fuera elegido por cinco votos a uno para presidir la Corte Suprema de la Provincia. Y seguramente continuará retumbando en el futuro, sobre todo cada vez que se produzcan cruces mediáticos como los que ocuparon los titulares periodísticos durante las últimas semanas.
La decisión de reemplazar a Roberto Falistocco como presidente de la Corte llegaba en un momento crítico, luego de que Binner pidiera elípticamente la renuncia de algunos integrantes del Poder Judicial por el desenlace del caso Fraticelli.
Los miembros del máximo tribunal tenían por lo menos tres alternativas.
La primera. Asimilar las críticas del gobernador, elegir un hombre de consenso e intentar una autocrítica.
La segunda. Mantener una postura firme, pero eligiendo a un hombre de bajo perfil capaz de cuidar las apariencias y, a la vez, defender los intereses de esa Justicia que Binner tanto critica.
La tercera. Cerrar filas, levantar la guardia para defenderse de críticas futuras y dejar en claro al socialismo que los integrantes del Poder Judicial están dispuestos a dar pelea.
Eligieron la tercera alternativa. En buen criollo, los jueces le marcaron la cancha a Binner y al socialismo: ustedes se ocupan de la Casa Gris, nosotros de Tribunales.
“El conflicto surgió a partir de las declaraciones del gobernador… Mientras esto no se repita (sí, “mientras esto no se repita”), las relaciones seguirán por los carriles normales de la República”, advirtió esta mañana Gutiérrez.
A partir de ahora, el Ejecutivo deberá saber que cada vez que la Justicia perciba alguna amenaza desde el socialismo, llegará el contraataque, a modo de estiletazo. Y es que, en definitiva, todo aquel que ejerce cargos públicos tiene flancos por donde ser atacado.
Gutiérrez es un hombre de fortalezas y debilidades. Como cualquier otro.
Entre sus puntos débiles aparece el hecho de haber llegado a la Corte de la mano de Carlos Reutemann, siendo pariente de Mimicha Bobbio, ex esposa del actual senador nacional. Sus vínculos con sectores del peronismo son innegables e indisimulables.
Además, y a pesar de su larga experiencia en el Poder Judicial, Gutiérrez no cuenta con antecedentes académicos o doctrinarios relevantes.
Se trata de un hombre con un perfil combativo desde lo gremial. De hecho, presidió el Colegio de Magistrados y hasta la Junta Federal de Cortes. Demostró ser capaz de encolumnar a sus pares y de alcanzar los objetivos comunes con ese olfato político que no suele estar en los libros, sino que se adquiere con la experiencia y se lleva en los genes.
Gutiérrez es un hombre dispuesto a chocar con todo aquel que se atreva a interponerse en el camino del sector al que representa.
Todavía no queda del todo claro si el socialismo obtuvo algún beneficio de las críticas que el gobernador y el ministro Héctor Superti realizaran contra el Poder Judicial. Desde los Colegios de Abogados de Santa Fe y Rosario pidieron públicamente al Ejecutivo que, si contaba con elementos suficientes como para hacerlo, avanzara en la instrumentación de juicios políticos para destituir a ciertos integrantes del máximo tribunal. Hasta el procurador de la Corte, Agustín Bassó, se atrevió a realizar la misma sugerencia.
Pero el Ejecutivo no avanzó un solo centímetro. Todo lo contrario. Intentó restarle dramatismo a las palabras de Binner.
Cuando el gobernador y su ministro resolvieron golpear públicamente a la Corte, sabían que faltaban pocas semanas para la elección de nuevo presidente del máximo tribunal de la provincia.
¿Por qué lo hicieron?
Una posibilidad es que pensaran que sus dichos provocarían cambios en la cultura del Poder Judicial. Esto resulta poco probable, pues Binner y Superti no son ingenuos. Y si creyeron que lograrían algo de esta manera, incurrieron en un llamativo y preocupante error político.
La otra alternativa es que hayan apostado a que, al sentirse amenazada, la Justicia santafesina se encerraría todavía más en sí misma, como finalmente ocurrió. De esta manera, el contrincante, “el otro”, estaría allí, fácilmente reconocible. Y en política suele ser bueno contar con un enemigo a la vista.
El futuro irá destejiendo esta intrincada madeja de intereses y permitirá develar si las actuales circunstancias se produjeron por estrategia del socialismo o por un simple -y grave- error de cálculo.
No pasará mucho tiempo hasta que las respuestas comiencen a aparecer pues, seguramente, el próximo encontronazo entre unos y otros está a la vuelta de la esquina.