Tanto respeto hace bien.
Tanto respeto sincero es una bocanada de aire fresco. Es oxígeno que se transforma en energía liberadora.
Pasó con Alfonsín. Ocurrió con Mercedes Sosa.
El hombre común. La mujer común. Estaban allí, con respeto. En silencio.
Estaban sus colegas, a muchos de los cuales ella les abrió puertas.
Pocas cosas son tan difíciles en esta vida como lograr el respeto manifiesto de los colegas. No importa la profesión. Es que la condición humana lleva irremediablemente atada la envidia, la competencia vacía, las miserias de lo inmediato que siempre nos aleja de lo trascendente, de lo verdaderamente importante.
Y nada fue impostado. Se ve en las viejas fotografías o imágenes de televisión registradas cuando ella estaba viva.
Sus colegas siempre la miraron con cariño, la escucharon con respeto, le tomaron las manos casi con veneración. Y ella les devolvía una mirada tierna. Una caricia.
No es invento, está documentado. Quedó una y otra vez reflejado cuando “La Negra” vivía. Hoy vemos en aquellas imágenes gestos que tal vez no supimos ver antes de la muerte de Mercedes.
Lástima que algunos no nos hayamos dado cuenta antes. Seguramente la hubiéramos valorado de otra manera.
¿Que tenía un talento exquisito?, ¿que siempre es más sencillo atraer las miradas y despertar respeto cuanto se es talentoso?
Es cierto. El talento ayuda.
De poco vale el talento si no se lo sustenta con trabajo, esfuerzo y convicciones. Y Mercedes lo hizo. Tiene que haber sido así. Si no, su muerte no hubiera conmovido a tantos.
Semejante respeto hace bien y demuestra que se puede. Aunque a veces cueste y duela. Ella misma contó cuán cerca estuvo alguna vez del balcón y del vacío que hubiera truncado tanto sueño cumplido.
Mercedes fue una bocanada de aire fresco cuando se tiene la sensación de que hay muy pocos modelos para imitar. Pero están allí, sólo hay que saber mirarlos. Y cuanto antes lo hagamos, más tiempo tendremos para disfrutarlos y disfrutar de la sensación de que se puede.
Es posible. Y saberlo, hace bien.