Como ocurre cada vez que se produce una elección ajustada, aparecen lecturas para todos los gustos. En Santa Fe, por ejemplo, se podría decir que Carlos Reutemann ganó por apenas el dos por ciento de los votos a Rubén Giustiniani, un legislador respetado pero que hasta estos comicios era prácticamente desconocido fuera de Rosario y su zona de influencia.
Sin embargo, también se podría plantear que el socialismo perdió ante el justicialista a pesar de contar con la fuerza del aparato provincial y el apoyo del gobernador Hermes Binner.
De todos modos, unos y otros deberán reconocer que no alcanzaron el apoyo mayoritario de los santafesinos. Las opiniones de la ciudadanía en la provincia están divididas.
La diferencia fue de apenas unos 18.000 votos, sobre un padrón compuesto por 2.375.271 personas. La experiencia en la Argentina demuestra que éste es el mejor de los escenarios, pues obliga a los actores políticos a construir un contexto de diálogo y negociación permanentes.
El peligro que representa obtener un poder casi absoluto quedó claramente reflejado durante estos últimos años, con un kirchnerismo que olvidó los consensos y vio dramáticamente horadado el respaldo que había obtenido en las elecciones de 2007. Como contrapartida, existen sobrados ejemplos de Ejecutivos que ven peligrosamente reducidos sus márgenes de acción cuando pierden el apoyo mayoritario en las urnas.
Reutemann quedó mejor parado que el resto de los peronistas del país para liderar un proyecto de cara a 2011. Y esto no sólo representa una verdadera responsabilidad ante los santafesinos, sino que trasciende los límites provinciales y lo coloca como un protagonista central en el escenario nacional.
‘Es un error hablar de 2011. Hay que hablar de la gripe, la inseguridad, la desocupación, las cosas que le interesan al país‘, dijo anoche ante los periodistas que lo aguardaron pacientemente en el bunker de Santa Fe Federal. La respuesta es una verdad a medias: se puede -y se debe- trabajar para enfrentar a la gripe A, la inseguridad y la desocupación, pero esto no impedirá que paralelamente se vaya rearmando el rompecabezas político de cara a las próximas elecciones presidenciales.
Tanto es así, que Reutemann lanzó su campaña a senador en enero pasado hablando de sus posibilidades presidenciales, y no de “las cosas que le interesan al país”.
A Reutemann se le puede endilgar un estilo demasiado personalista. Se puede decir que confía en muy pocas personas, que suele incurrir en la costumbre de negar lo que poco antes dijo -esta campaña fue una clara muestra de ello- y que le cuesta aceptar las críticas. Pero se trata de un dirigente al que no le fue mal con estos modos.
Debe haber tenido muchos aciertos para ser dos veces gobernador y otras tantas senador. Acertó y erró, como cualquier mortal dedicado a la política, donde los protagonistas están siempre expuestos a las evaluaciones ciudadanas, a enfrentar errores propios y ajenos. Reconocerlo y aceptar las críticas bien intencionadas, seguramente haría de este hombre un mejor y más creíble político. Cuando una ciudad, una provincia o un país, cuenta con mejores y más creíbles políticos, se benefician los ciudadanos. Y, al fin de cuentas, eso debería ser lo más importante.