Lo que los sectores más corruptos y corporativos de la policía provincial no pudieron lograr en cinco meses, lo consiguieron en apenas unas cuantas horas un partido de fútbol y una ciudad decidida en convertir un juego en cuestión de Estado.
Leandro Corti, el hombre elegido por Antonio Bonfatti para encarar la ingrata y riesgosa tarea de purificar las fuerzas policiales, renunció a su cargo de ministro de Seguridad luego de que las máximas autoridades del gobierno resolvieran asumir los riesgos que implican los partidos de Patronato-Rosario Central y Patronato-River en la cancha de Colón.
A veces, en materia política la balanza se inclina hacia lo impensado.
Sobre uno de los platillos, se encontraba Corti, con sus aciertos y sus errores en materia de seguridad. El mismo funcionario que había apartado a más de setenta policías sospechados de corrupción y quien venía soportando la contraofensiva de quienes se resisten a cualquier transformación.
En el otro platillo aparecían los hinchas del club Rosario Central, las autoridades del club y una amenaza de hacer escuchar cacerolazos de protesta frente al domicilio del gobernador Bonfatti, si éste no autorizaba que el partido con Patronato se jugara en la ciudad de Santa Fe.
La balanza política decidió, entonces, que era preferible sacrificar al ministro, antes que asumir el costo de enfrentar a los hinchas de un club de fútbol.
Mientras tanto, durante los últimos días se produjeron algunos hechos inéditos. Un ejemplo fue la actitud del Concejo Municipal de Rosario. Allí, los ediles aprobaron un pedido concreto al gobernador de la provincia, para que éste avalara la posibilidad de que el partido entre Rosario Central y Patronato se juegue en Santa Fe.
Para decirlo de otra manera, los concejales rosarinos traspasaron todos los límites de la racionalidad y la responsabilidad institucional: adoptaron una posición política sobre un partido de fútbol y resolvieron que éste debía jugarse en una ciudad en la que ellos no tienen injerencia alguna.
Cabría preguntar si alguno de estos concejales tuvo la deferencia de levantar el teléfono para consultar al intendente de Santa Fe sobre el tema, antes de agregar más presión al problema y opinar sobre asuntos que competen a otra ciudad.
Se puede coincidir o no con la postura de Corti, quien advirtió en su momento sobre los riesgos de que 18 mil hinchas de Rosario Central o de River lleguen a la ciudad de Santa Fe para presenciar los partidos. Es probable que el ex ministro haya exagerado, temiendo que su explícito enfrentamiento con ciertos sectores policiales pudiera hacer eclosión durante los operativos de seguridad. También es atendible la postura de quienes opinan que este Ministerio debe estar a la altura de las circunstancias y ser capaz de garantizar la concreción de un espectáculo deportivo. De todos modos, recién una vez que los partidos se jueguen, los hechos habrán demostrado si la opinión de Corti era o no acertada.
De lo que no hay dudas, es que lo ocurrido representó un lamentable desgaste para el gobierno provincial, sobre todo porque los acontecimientos se produjeron sobre un área tan sensible como la seguridad.
Pronto, lo sucedido con estos partidos y con el ex ministro Corti se convertirá en anécdota. Ahora, lo más importante de cara al futuro será que el gobierno provincial no decida dar marcha atrás en su decisión de extirpar la corrupción arraigada en sectores internos de la policía.
Ésta sí debe ser una verdadera cuestión de Estado aunque, a veces, la balanza política se incline hacia lo impensado.