Cincuenta años, ocho meses y veintidós días. Ése es el tiempo transcurrido desde el primer debate político televisado de la historia mundial, y el debate que el sábado último organizó y televisó Canal 13 de Santa Fe. El 27 de setiembre de 1960, en Chicago, se cruzaban el joven senador demócrata John F. Kennedy y el republicano Richard Nixon. El 18 de junio de 2011, los protagonistas fueron José Corral, Eduardo Wagner y Roberto Campanella, candidatos a la intendencia de la ciudad.
La relación puede parecer distante y hasta forzada, pero no lo es. De hecho, las cinco décadas que separan uno de otro momento demuestran lo difícil que resultó para la Argentina alcanzar la madurez política suficiente como para que algunos políticos aceptaran debatir ante el público masivo y con reglas de juego que no fueran impuestas por sus propios equipos de campaña.
Tan valiosa fue esta primera experiencia en Santa Fe, que vale la pena compararla con lo que en estos momentos sucede en Capital Federal. Mientras los principales candidatos locales ya debatieron, en ciudad de Buenos Aires no logran ponerse de acuerdo. Daniel Filmus se niega a debatir en los estudios de TN por ser una señal paga -y no afín al gobierno-, pero tampoco acepta el reto cuando se le asegura que la señal será liberada para que cualquier canal pueda tomarla de manera gratuita. Mauricio Macri y Fernando “Pino” Solanas aguardan que la situación se destrabe.
La historia de desencuentros entre políticos candidatos es larga en la Argentina. Tanto es así, que los memoriosos aún recuerdan aquella silla vacía que nunca ocupó Carlos Menem (por entonces con abundantes y poco televisivas patillas) en 1989, cuando fue invitado a debatir con Eduardo Angeloz en “Tiempo Nuevo”, el programa conducido por Bernardo Neustadt. Fue un verdadero “no debate”. Sólo habló Angeloz, aunque el riojano terminó ganando aquellas elecciones.
En Santa Fe, veintidós años después, Corral, Wagner y Campanella firmaron varios días antes de la compulsa un compromiso en el que aceptaban el reglamento establecido. Y lo cumplieron.
Ganadores o perdedores
El primer debate televisado del mundo fue seguido por más de cincuenta millones de espectadores. En aquel momento, la mayoría de los norteamericanos llegó a la conclusión de que John Kennedy había resultado vencedor. Quienes analizaron lo ocurrido coinciden en que la imagen jugó un papel prioritario. Kennedy lucía bronceado, fuerte y, por supuesto, joven. Como contrapartida, Nixon recién salía del hospital por un dolor fuerte de rodilla. Se lo veía demacrado y débil.
Los sondeos de opinión realizados luego del debate entre ciudadanos que lo habían seguido por radio decían otra cosa: para estas personas, los argumentos de Nixon habían resultados más convincentes. Pero Kennedy fue presidente.
No resulta sencillo determinar si hubo ganadores o perdedores en el debate del pasado sábado en Santa Fe. De todos modos, sí se puede analizar lo que sucedió durante algo más de dos horas que comenzaron con algo de rigidez entre los candidatos, pero terminaron con diez minutos intensos en los que los tres superpusieron sus discursos y no supieron escucharse.
Los grandes temas a lo largo del debate fueron la situación del tránsito, salud, obra pública, transporte e inseguridad. Cada uno de los candidatos intentó, a su manera, aprovechar sus supuestos puntos a favor.
Así, Corral hizo hincapié en las condiciones en que la gestión de Mario Barletta encontró la ciudad y en las medidas tomadas durante estos tres años y medio de gobierno en aspectos clave, como el control o la lucha contra las inundaciones.
Wagner intentó sacar rédito de su juventud, utilizó un discurso basado en clichés con frases cercanas al ciudadano común y habló de una supuesta “no pertenencia” al mundo de la política -incluso llegó a decir que no le interesa hacer “carrera” política, en el mismo momento en que protagonizaba un debate para llegar a ser intendente-.
Por su parte, Campanella recriminó a Corral “falta de diálogo” del actual gobierno municipal y se esforzó -sobre todo al final del debate- por vincular su candidatura a la de Miguel Torres del Sel.
Los tres candidatos apelaron al pasado en reiteradas oportunidades. Corral, para hablar de los 24 años de gobiernos peronistas; Wagner y Campanella, para recriminarle los problemas que no fueron solucionados en estos casi cuatro años de gestión del Frente Progresista Cívico y Social. Cuando la discusión se centró en la inundación de 2007, Corral le recordó a Wagner que él era el Director de Defensa Civil en aquel momento, pero Wagner se defendió argumentando que se trataba de un cargo provincial y que debió ocuparse de la situación de numerosas ciudades en todo el territorio santafesino.
La cuestión social fue claramente el ítem que mayores inconvenientes representó para los candidatos a la hora de plantear propuestas concretas. Los tres se mostraron más seguros hablando de obras públicas o del transporte urbano. Todos reconocieron que la violencia y la inseguridad en la ciudad tienen raíces eminentemente sociales, pero las soluciones planteadas resultaron generales y vagas. Quedó claro que es éste uno de los mayores problemas de la ciudad y que las salidas no serán sencillas, ni inmediatas.
Lo que sí quedó evidenciado en este debate fue que el actual presidente del Concejo Municipal debió asumir de manera casi permanente una postura defensiva. Cada candidato tenía dos minutos para exponer sus propuestas y otro minuto para replicar a cualquiera de los otros dos contendientes. A lo largo de las dos horas de debate, Wagner y Campanella no utilizaron una sola vez la posibilidad de replicar entre ellos. Todas sus réplicas estuvieron dirigidas hacia el candidato del oficialismo.
Incluso, el hecho de ocupar el atril central no ayudó a Corral. Estuvo flanqueado por sus contrincantes. El lenguaje gestual era claro: Wagner giraba su torso hacia la izquierda; Campanella, hacia la derecha. En el medio, Corral movía su cabeza para contestar a uno y otro mientras le replicaban. Tal vez por esta situación, el debate terminó con un Corral más tenso que sus contendientes. En estos casos, ser opositor tiene sus ventajas. Son las reglas de juego.
Un momento especial
La experiencia demuestra lo difícil que es organizar un debate político en la Argentina, donde quienes están arriba en las encuestas prefieren mantener un bajo perfil -como lo hizo Menem en 1989- y los que no están preparados para la ocasión intentan refugiarse en el silencio. De allí la importancia de lo ocurrido el sábado en Santa Fe.
Es cierto que una cosa es debatir, y otra gobernar. Superar con éxito un debate no garantiza ser un buen gobernante. Sufrir un traspié en el debate, no condena al candidato a ejercer un mal gobierno.
Se trata de un escenario en el que los ciudadanos pueden evaluar a las personas en un momento determinado y cotejar sus propuestas. En un país donde cada político intenta imponer su juego y sus reglas, el debate del sábado representó un paso adelante. Mucho tiempo debió pasar hasta que los vecinos de Santa Fe contaran con esta posibilidad. Y el hecho de que el momento haya llegado, es una buena noticia.