Decir que los violentos y delincuentes que integran las hinchadas de fútbol ganaron la batalla contra la civilidad, el orden y la ley, tal vez resulte exagerado para algunos. Sin embargo, aun en el caso de que no puedan ser declarados definitivos vencedores, habrá que reconocer que adquirieron la fortaleza suficiente como para plantarse de igual a igual ante los organismo del Estado y los dirigentes de los clubes. La realidad demuestra que los barras de la Argentina pueden ser considerados un poder en sí mismo. Y Santa Fe no es la excepción.
Cualquier ciudadano honesto de esta ciudad que pretenda viajar en colectivo hacia el estadio de su equipo favorito está obligado a pagar la tarifa del boleto correspondiente. Los violentos, en cambio, cuentan con el número necesario de coches a su disposición, para que puedan trasladarse hasta la cancha de manera gratuita y escoltados por fuerzas policiales.
Las incoherencias son tan profundas, que los ciudadanos honestos sufren además las consecuencias de paros en el servicio de transporte de pasajeros, porque los choferes reclaman -con razón- medidas de seguridad para proteger sus vehículos y sus propias vidas.
El pasado viernes, el Club Atlético Colón celebraba sus 107 años de vida. Esa noche, grupos de hinchas delinquieron a lo largo de distintos puntos de la ciudad. Hubo asaltos, amenazas y heridos.
Desde el área de Seguridad de la Provincia se planteó la necesidad de que los dirigentes de Colón asuman la responsabilidad que les corresponde por lo sucedido. De todos modos, no queda del todo claro qué podría hacer el Club para evitar que estos delincuentes asalten y amenacen a personas inocentes en la vía pública y en comercios de distintas zonas de la ciudad.
Nada de lo que ocurre es casualidad. En Santa Fe, como en las principales ciudades del país, los hinchas violentos se convirtieron en un verdadero factor de poder fortalecidos por la corrupción y la complicidad de quienes deberían enfrentarlos.
Se sabe que los barras prestan servicios al mejor postor. Y que en estas transacciones suelen actuar como mano de obra de distintos sectores políticos o sindicales. Allí están ellos, los hinchas, para dirimir internas, para multiplicar el número de participantes en actos partidarios. Son los mismos que cada fin de semana concurren a los estadios dispuestos a todo para establecer espacios de poder que redundan en oscuros negocios.
La Asociación del Fútbol Argentino acaba de solicitarles a los clubes que apliquen el derecho de admisión en sus estadios. El pedido surgió luego de que la barra de Independiente amenazara a Javier Cantero, nuevo presidente del Club, y provocara desmanes durante el último partido del equipo.
Pero habrá que decir que Cantero es una de las pocas excepciones en el fútbol del país. En general, los dirigentes de los clubes contribuyen a garantizar el poder de los violentos porque establecen con ellos verdaderos contactos con el objetivo de perpetuarse en el poder.