¿Dónde están los que criticaban?
¿Y ahora qué van a decir?
¿Quién tenía la razón?
¿Se dieron cuenta de lo equivocado que estaban?
¿Vieron que no había que ser piadosos con los contrarios?
¿Entendieron que no es tan importante que Schoklender tenga barcos, Ferrari, mansiones o aviones?
¿O que la Unidad de Investigaciones Financiera no investigue a los nuestros?
¿Vieron que no es tan malo que las Madres hayan pasado a formar parte de un partido político?
¿Qué problema había con Jaime?
¿A quién le importa que la plata la manejemos nosotros y decidamos a qué gobernador premiar o castigar?
¿A quién le molesta que retemos en público a un gobernador de la oposición en plena campaña y por motivos falaces?
¿Vieron que estuvimos bien cuando exigíamos que el Congreso aprobara el Presupuesto a libro cerrado?
¿Se dieron cuenta de que a nadie le importa que el Indec falsee la realidad o que figuren menos pobres de los que existen?
¿Dónde están los que reclamaban que la Presidenta ofreciera conferencias de prensa, en lugar de responder sólo algunas preguntas a periodistas “amigos”?
¿Y los que denunciaban un abuso de la Cadena Nacional con fines partidarios?<br />
¿Dónde se metieron los que protestaban por los 900 millones de pesos del Fútbol para Todos, con publicidad del gobierno incluida en cada partido?
¿Qué van a decir los que gritaban que esos millones iban a clubes ineficientes o sospechados de corrupción?
¿Vieron que a las barras bravas es mejor tenerlas de nuestro lado?
¿Y ahora van a seguir preguntando sobre funcionarios que se enriquecen en tiempo récord?
¿Vieron que teníamos razón cuando perseguíamos a los “periodistas mercenarios”?
¿Se convencieron de que las preguntas sobre los departamentos de Zaffaroni sólo eran campaña antikirchnerista?
¿Y qué van a hacer con sus quejas por la inflación?
¿Y ahora qué van a decir de nuestra arrogancia?, si en definitiva teníamos razón en todo.
¿Entendieron quiénes son los buenos y dónde están los malos?
Si nos votaron todos. Los pobres que figuran en el Indec y los que no están en las estadísticas. Los ricos que se quejan y los que se benefician con “el modelo”.
Si hasta la clase media nos votó.
Si hasta los gringos del campo nos votaron.
Muchachos, la gente nos dio la razón. Las urnas no mienten. Si nos votaron tantos, es porque nada hay para cambiar.
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Administrar con equilibrio el poder, cuando es casi absoluto, suele ser una tarea delicada. Algunos se marean, se obnubilan. Los menos, son capaces de mostrar lo mejor de sí.
Es verdad que no todo está mal en el país, que el gobierno tuvo muchos aciertos y que la oposición es sinónimo de fracaso.
Pero frente a un triunfo aplastante, contundente y demoledor como el que logró el kirchnerismo, existen dos alternativas.
O se sube al carro de la soberbia, no reconoce errores y se siente habilitado para todo sin necesidad de rendir cuentas; o comprende que de los errores se aprende, que la crítica bien intencionada es imprescindible y que de poco sirve convivir con los obsecuentes de turno.
En sus últimos discursos la Presidenta dio algunas señales sobre cuál de estas dos alternativas parece dispuesta a elegir.
Que no sean palabras impostadas.
Que no sea una farsa.
Por ahora son sólo señales. Que el tiempo y el poder, no las sepulten.