Inicio MIRADA La falta de memoria en una ciudad desgarrada por las inundaciones

La falta de memoria en una ciudad desgarrada por las inundaciones

Esta nota fue publicada en AIRE DIGITAL.

Apenas pasaron seis años y muchos parecen haberlo olvidado, pero durante el primer semestre de 2016 decenas de miles de personas en la ciudad de Santa Fe y en el Gran Santa Fe debieron enfrentarse a una situación crítica, con lluvias extraordinarias, un río Paraná que no paraba de crecer y un río Salado que se sumaba a este contexto amenazante que puso a prueba la capacidad de las defensas construidas para proteger a más de medio millón de personas de potenciales inundaciones.

La historia de Santa Fe y sus inundaciones es trágica. Pero en 2003 primero, y en 2006 poco después, la realidad demostró hasta que punto el drama se puede multiplicar cuando a los designios de la naturaleza se les suman la impericia y la irresponsabilidad de los hombres.

En sucesivos informes periodísticos, AIRE viene reflejando de qué manera se produjo en los últimos tiempos una verdadera explosión de asentamientos habitacionales en zonas de riesgo hídrico, en plenos reservorios cuya función es acumular el agua de lluvias extraordinarias e, incluso, sobre los mismos terraplenes que protegen a la región.

Luego de algunos años de ríos bajos y de lluvias escasas, Santa Fe parece haber olvidado que está irremediablemente condenada a convivir con el riesgo que representan las inundaciones. No solo porque se trata de una ciudad que se extiende en el valle mismo de inundación del cuarto río más caudaloso del planeta, como es el Paraná; sino porque también se levanta al costado de un río que fue capaz de provocar verdaderos estragos hace apenas dos décadas, como es el Salado.

Pero a esta situación geográfica se le suma otro factor determinante de riesgo: aunque suene paradójico, los más de 60 kilómetros de defensas que protegen al Gran Santa Fe de potenciales inundaciones, pueden convertirse en cualquier momento en una verdadera trampa para muchos.

En 2022, en Terraplén Garello de San José del Rincón está cubierto de viviendas.

En el Terraplén Garello, donde hoy hay viviendas, durante la crecida de 2016 solo había agua.

En tiempos de lluvias extraordinarias y ríos altos, el agua se acumula dentro de la ciudad de manera inexorable si los sistemas diseñados para expulsarla por fuera de los muros de defensas no funcionan de manera adecuada. Con un par de agravantes: en algunos sectores, las defensas no están consolidadas y, al tratarse de un sistema, la cadena de terraplenes es tan frágil como el más débil de sus eslabones.

No importan los nombres propios; no interesan los partidos políticos a los que representan; tampoco tiene demasiada importancia en qué niveles del Estado se desempeñan: si los responsables de conducir los destinos de la ciudad capital, de las localidades del Gran Santa Fe y del Gobierno provincial -que es el responsable de las defensas- no trabajan en conjunto, más de medio millón de personas podrían verse condenadas a sufrir las peores consecuencias.

El crecimiento de los asentamientos en zonas prohibidas -reservorios o defensas- se produjo ante la mirada de los tres niveles del Estado. En localidades pequeñas, como Arroyo Leyes o San José del Rincón, ningún funcionario puede alegar ignorancia sobre lo que vino sucediendo.

En el barrio Barranquitas, los asentamientos de viviendas comenzaron a extenderse dentro de zonas de reservorios.

Es cierto que controlar lo que sucede en una ciudad más grande, como es Santa Fe, puede resultar más complicado. Sin embargo, no se necesitan capacidades extraordinarias para observar el fenómeno de avance habitacional en sectores que requieren de constantes tareas de mantenimiento y deben mantenerse despejados de construcciones.

En el programa Creo, que se emite cada mañana en Aire de Santa Fe, el exintendente Mario Barletta recomendó que el tema sea abordado con la seriedad que se merece, aseguró que parte de los asentamientos o demarcaciones de lotes sobre las defensas son producto del accionar de bandas delictivas y reclamó que el tema de la gestión de riesgo esté siempre presente: “En nuestra gestión llegamos a realizar simulacros de evacuación en algunos barrios, había demarcaciones de puntos de encuentro para la gente ante situaciones de emergencia y hasta sabíamos cómo trabajar con empresas de colectivos para transportar a potenciales evacuados. Lamentablemente, parece que esto se ha perdido”, remarcó.

El exintendente Mario Barletta pidió que la gestión de riesgo represente una política de estado permanente en la ciudad de Santa Fe y en el Gran Santa Fe.

Por su parte, el actual concejal y excoordinador ejecutivo del Programa Banco de Tierras de la Agencia Santa Fe Hábitat, Lucas Simoniello, advirtió: “Si no se mantienen políticas activas de control y se permiten asentamientos en zonas de reservorios o de riesgo hídrico, no solo esa gente sufrirá las consecuencias cuando llueva o crezcan los ríos, sino también el resto de la ciudad”.

Los actuales funcionarios de las áreas de Hábitat y Recursos Hídricos de la ciudad de Santa Fe y del Gobierno de la Provincia son conscientes de la situación, reconocen los riesgos y hacen hincapié en que durante dos años de gestión debieron hacer frente a una situación extraordinaria, como fue la pandemia de coronavirus.

Es verdad lo que plantean: la pandemia no solo trastocó las prioridades de todos los gobiernos -en Santa Fe, en Argentina y en el resto del mundo- sino que provocó el masivo empobrecimiento de enormes franjas de población que perdió lo poso que tenía y se vio obligada a deambular en busca de nuevos lugares donde asentarse. Todo esto es cierto. Sin embargo, la realidad demuestra que los controles fallaron o no se ejercieron de la manera adecuada.

Desde el Ministerio de Obras Públicas de Santa Fe acaban de anunciar el inicio de un relevamiento de las familias asentadas sobre las defensas y adelantan que, una vez terminado este proceso, será imprescindible trabajar junto a las comunas y municipios involucrados para liberar los terraplenes.

En Colastiné Norte, demarcaron terrenos sobre las defensas. Para eso, enterraron postes sobre los terraplenes que deberían ser permanentemente controlados y preservados.

Llama la atención que este trabajo mancomunado entre los distintos niveles de gobierno no sea una constante en un conglomerado urbano absolutamente interrelacionado, y que se lo anuncie como si se tratara de una tarea poco frecuente. Llama la atención que en algunos terraplenes se hayan planteado verdaderos loteos sin que nadie lo notara. Llama la atención que en el Gran Santa Fe se hayan generado barrios enteros al pie de las defensas, o que los asentamientos se extendieran por fuera de los terraplenes en zonas tan urbanizadas como El Pozo.

La debacle social y el tiempo perdido seguramente complicarán las estrategias futuras. Sin embargo, los especialistas coinciden y advierten que es ahora cuando se deben aprovechar las invaluables ventajas que genera el actual y extenso período de ríos bajos y lluvias escasas.

No importan los nombres propios, los partidos políticos a los que representan, o en qué niveles del Estado se desempeñan: si los responsables de conducir los destinos de la ciudad capital, del resto de las localidades del Gran Santa Fe y del Gobierno provincial no trabajan en conjunto y con responsabilidad, miles de personas podrían verse condenadas a sufrir las peores consecuencias.