Cuando el 3 de agosto pasado Carlos Reutemann no asistió al diálogo convocado por Hermes Binner debido a la presencia de un grupo de inundados frente a la Casa Gris quedó la sensación de que, en realidad, el senador nacional tenía previamente decidido no participar del encuentro. De ser así, los inundados terminaron convirtiéndose en una suerte de chivo expiatorio o de excusa perfecta. Hasta ayer, ésta era apenas una posibilidad.
Sin embargo, ahora, cuando Reutemann también rechaza la invitación del ministro del Interior, Florencio Randazzo, para que se sume al diálogo convocado por el gobierno nacional, lo que en su momento fue una mera sensación parece haber trastrocado casi en certeza: el senador no se siente cómodo compartiendo mesas de diálogo con sectores políticos que no le son afines, a pesar de que su responsabilidad institucional indique que estas circunstancias forman parte de las reglas del juego democrático y republicano.
Cuando Reutemann argumenta que no asistirá al encuentro porque ya se sintió representado por Hilda Duhalde, Juan Carlos Romero y Adolfo Rodríguez Saá -quienes se reunieron la semana pasada con el ministro del Interior-, está subvirtiendo responsabilidades y funciones. Es que no es Reutemann quien debe ser representado (en este caso por Duhalde, Romero y Rodríguez Saá) en el diálogo con el gobierno, sino que es él quien tiene la responsabilidad que representar a la provincia que lo votó. Más aún, Hilda Duhalde representa a la provincia de Buenos Aires; Juan Carlos Romero, a Salta; Adolfo Rodríguez Saá, a San Luis. Ninguno de ellos representó en aquella reunión a Santa Fe, a su gente, sus problemas, reclamos y necesidades.
Reutemann es una de las dos principales figuras políticas de la provincia.
Su responsabilidad es representar; no ser representado. Así funciona el sistema. Los ciudadanos votan y delegan el poder a quienes resultan elegidos. Reutemann debía asistir al encuentro para plantear los problemas de Santa Fe.
Es simple. Sin vueltas. Aunque a veces, estos principios parezcan olvidados. (José Curiotto).