El escenario político en la provincia de Santa Fe está tan claramente montado, que difícilmente exista algún margen como para que el argumento de esta historia depare alguna sorpresa inmediata. A esta altura de las circunstancias, resulta bastante sencillo determinar qué roles asume cada uno de los protagonistas, cuáles son sus posiciones y objetivos.
Para observar mejor la escena, siempre es conveniente tomar cierta distancia, salir del día a día y analizar la cadena de acontecimientos en su conjunto. Ocupar las primeras filas en la sala suele ser un error que limita las posibilidades de observación.
Las actuaciones de los protagonistas de este capítulo que mantiene paralizado a la provincia son fácilmente individualizables.
El gobierno. Cuando el socialismo asumió a fines de 2007, los números en la provincia no estaban en rojo. Según el obeidismo, había disponibles 1.600 millones de pesos. Sin embargo, en su momento el ministro de Gobierno, Antonio Bonfatti, aclaró que el superávit era apenas de 100 millones de pesos.
Aquel slogan obeidista de gobernar y hacer obras sin aumentar impuestos fue sin dudas un acto de especulación electoral, sobre todo cuando la inflación mantenía su espiral creciente en el país.
A favor del socialismo se puede decir que en 2008 la actividad económica se frenó drásticamente, que llegó la crisis con el campo y que la sequía alcanzó niveles dramáticos, factores a los que debe agregarse el estallido financiero en los EE.UU. con fuerte impacto en la economía del planeta. Frente a tales circunstancias, se envió a la Legislatura un primer proyecto de reforma impositiva tendiente a incrementar de manera urgente la recaudación. Pero el peronismo le dijo no.
El año pasado, el gobierno insistió con el proyecto. Esta vez se aprobó una reforma, pero con recortes. Frente a tales circunstancias, el gobierno no buscó otras alternativas para recomponer de manera inmediata sus arcas, aun sabiendo que luego del verano los gremios estatales irían a la carga por recomposiciones salariales. Y si las buscó, evidentemente no tuvo buenos resultados. El reclamo ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación para incrementar los fondos coparticipables es una salida cuyos frutos podrían producirse en el mediano plazo, pero no sirve para apagar el actual incendio.
Queda la sensación de que el gobierno apostó a chocar contra esta realidad, desnudando así la inflexibilidad del peronismo. Sin embargo, los socialistas no deben perder de vista que la responsabilidad de administrar la provincia está en sus manos, más allá de las trabas que la oposición pueda colocar.
Reutemanismo-obeidismo. Es éste un sector inflexible, que traba toda posibilidad de incrementar la recaudación impositiva e insiste en que, para salir del atolladero, alcanza con administrar de otra manera los recursos disponibles. El presidente del PJ, Ricardo Spinozi, reclamó públicamente no haber sido consultado por el socialismo, pero cuando se lo invitó a Casa de Gobierno para dialogar dejó en claro la decisión de subir la apuesta y mantenerse inmutable.
Por lo bajo, los dirigentes reutemanistas y obeidistas sostienen que con la reforma tributaria provincial, con la recuperación económica y frente a la posible modificación del impuesto al cheque, la provincia recibiría una importante masa de dinero, incluso superior a la necesaria para ajustar los salarios. El temor de fondo es que el socialismo tenga un último año de gestión holgado porque, si así ocurriera, se dificultarían las posibilidades electorales del peronismo. La puja por el 2011 ya se está dirimiendo en la provincia.
Tanto es así, que Carlos Reutemann y Jorge Obeid, dos ex gobernadores y máximas figuras de la política santafesina, no asistieron al encuentro de legisladores nacionales organizado por Hermes Binner para lograr respaldo político-institucional a pocas horas de que el fiscal de Estado, Jorge Barraguirre, se encuentre cara a cara con el ministro de Economía, Amado Boudou, en una audiencia convocada por la Suprema Corte. Sólo enviaron notas de apoyo.
Lo que está en juego es nada menos que la masa coparticipable para Santa Fe. Reutemann y Obeid insisten públicamente en que están dispuestos a hacer todo lo necesario para apoyar los reclamos ante la Nación, pero por lo visto lo harán siempre que esto no beneficie a un gobierno provincial de otro signo, sin importar que el aparato estatal santafesino esté paralizado desde hace semanas.
De todos modos, por el Peronismo Federal asistieron al encuentro los obeidistas Walter Agosto y Juan Carlos Forconi, y los reutemanistas Daniel Germano y Celia Arena.
Kirchnerismo. El pase de facturas en política es moneda corriente, y mucho más desde un gobierno nacional que sigue desnudando sus intenciones de controlarlo todo mediante una creciente centralización de recursos.
Los legisladores provinciales que responden al kirchnerismo se mostraron flexibles ante el reclamo socialista por modificar el esquema tributario. Sin embargo, la demanda de la provincia ante la Corte Suprema de Justicia por recuperar coparticipación destinada al sostenimiento del Anses, puede convertirse en una piedra difícil de remover en las negociaciones locales.
Los kirchneristas Agustín y Alejandro Rossi tampoco asistieron al encuentro organizado por Binner para obtener respaldo político a sus reclamos por una mayor coparticipación. En el caso de los hermanos Rossi, la ausencia en dicha reunión es más comprensible, pues en todo momento se encargan de dejar públicamente en claro su absoluto alineamiento con las políticas del gobierno nacional.
Lo que todavía no queda claro es qué posición asume la senadora Roxana Latorre, quien hace pocas horas respaldó ante la prensa los reclamos de Binner, pero no asistió al encuentro en la Casa Gris, tal vez para evitar preguntas incómodas sobre su postura política.
Los sindicatos. A esta altura de las circunstancias, poco parece importar el perfil ideológico-político de los distintos gremios. La dirigencia no tiene margen alguno. A medida que los días pasan, las bases presionan para que obtengan mejoras salariales urgentes. Incluso, legisladores vinculados con el ala gremial vienen realizando esfuerzos por destrabar el conflicto, hasta ahora sin demasiado éxito por la inflexibilidad de otros sectores.
Frente a las actuales circunstancias, el aparato estatal continúa paralizado. La situación ya no sólo afecta directamente a los empleados públicos y docentes -que esperan una recomposición salarial-, sino al resto de los más de tres millones de habitantes de esta provincia que ven seriamente comprometidas sus actividades.
En el escenario, los protagonistas de esta historia continúan con sus argumentos inflexibles. El tiempo pasa y el final sigue siendo incierto.
Por momentos, queda la sensación de que no son realmente conscientes de la intensidad con la que son observados sobre el escenario.
Por momentos, parece que no comprendieran que están allí para representar a los espectadores. Todos los protagonistas tiran de la cuerda, tratando de obtener los mayores réditos políticos sin que ésta se rompa.
Cegados por las luces de la política, están perdiendo peligrosamente de vista lo que ocurre en la sala. El hecho de que los espectadores sean los más perjudicados, poco parece importarles.