La situación que atraviesa la provincia desde mediados del año pasado se asemeja a un juego de cartas. Cada uno de los participantes despliega su estrategia, midiendo con cuidado sus apuestas e intentando anticipar las decisiones del oponente. Se miran de reojo, desconfían. Se miden, aprietan con fuerza sus fichas. A cada acción le precede una reacción. Nadie quiere que el otro adivine su próxima jugada. Un movimiento en falso y el costo podría resultar demasiado caro.
Allí están todos. Oficialistas, justicialistas y sindicalistas. La mesa es grande. Tanto, como lo que está en juego.
Desde principios de su gestión, el gobierno supo que los números no cerrarían y que la situación comenzaría a tornarse crítica con el correr de los meses: la actividad económica se redujo, a la crisis del campo le precedió una sequía dramática y la Nación se lleva de Santa Fe mucho más de lo que le coparticipa.
Entonces se produjo la primera apuesta. En 2008 envió a la Legislatura un proyecto de reforma impositiva que fue rechazado de plano por el peronismo en el Senado. Un año después, el socialismo insistió con dicha reforma con el objetivo de incrementar sus ingresos de manera urgente, aumentando gravámenes que se encontraban congelados desde principios o mediados de la década del noventa, y aplicando impuestos a sectores exentos. Aquel proyecto hubiera permitido algo de desahogo al socialismo, aunque en realidad tampoco alcanzaba para evitar el déficit fiscal creciente.
El peronismo se encontró, tal vez mucho antes de lo pensado luego de la derrota electoral de 2007, con una buena oportunidad para realizar sus apuestas en este juego. La decisión fue trabar aquella reforma impositiva, de manera que el gobierno no pudiera obtener el oxígeno que tanto necesitaba.
Midieron fuerzas. Pusieron a prueba su templanza y, finalmente, la oposición logró que el proyecto original fuera aprobado con recortes importantes. Según el gobierno, su objetivo era incrementar la recaudación entre 650 y 800 millones de pesos para este año. Sin embargo, el peronismo hizo que dichas expectativas se redujeran en alrededor de 300 ó 350 millones de pesos. De todos modos, los números son globales y varían de acuerdo a la fuente consultada.
Los docentes terminaron el año pasado con una seguidilla de paros que anunciaban un comienzo complicado para 2010. El gobierno dejó que pasara el verano sin tomar medidas para evitar lo inevitable. La pasividad era evidente frente al conflicto que se avecinaba. ¿Tendría acaso el socialismo un as en la manga para jugar en la mesa de paritarias?
Aquel ofrecimiento
Cuando en febrero se produjo el ofrecimiento del 7{e84dbf34bf94b527a2b9d4f4b2386b0b1ec6773608311b4886e2c3656cb6cc8c} de aumento salarial para estatales y docentes, quedó claro cuál sería la estrategia oficial. Conscientemente, el gobierno decidió chocar contra aquella pared, asumiendo el costo político de una provincia paralizada por tiempo indeterminado. Era preferible pagar dicho costo en 2010, y no hacerlo durante el año electoral que se avecina.
¿Cuál sería, entonces, el plan B? Con el correr de los días comenzó a develarse la nueva apuesta oficial en este juego: aprovechar la fuerza y movimientos del contrario para volverlos en su contra. Como si de un boomerang se tratara, el socialismo dejó que la provincia se viera paralizada y apostó a involucrar nuevamente a los legisladores peronistas en una posible salida al conflicto. “Estamos así porque no nos dejaron hacer lo que considerábamos mejor para la provincia”, fue el mensaje oficial. Aunque fuera una verdad a medias, esta premisa habilitó al gobierno a jugar una nueva ficha.
Y allí aparecieron los sindicalistas. Presionados por sus bases y por una inflación que torna irrisorio un incremento salarial del 7{e84dbf34bf94b527a2b9d4f4b2386b0b1ec6773608311b4886e2c3656cb6cc8c}, comenzaron a reclamar al justicialismo en la Legislatura para que permitiera avanzar en aquello que trabó en 2008 y a fines del año pasado, cuando limitó los alcances de la reforma tributaria.
Movimientos legislativos
Frente a las actuales circunstancias, legisladores de extracción sindical como Alberto Cejas y Silvia De Césaris, impulsan la creación de una partida especial destinada a pagar mejores sueldos a la administración pública. Además, Ricardo Peirone (FPV), Marcelo Brignoni (Encuentro) y Oscar Urruty (PPS) por un lado; y un grupo de diputados cercanos al oficialismo por el otro, proponen el cobro de Ingresos Brutos a sectores que habían quedado exentos gracias a las modificaciones que el justicialismo impuso al proyecto original de reforma tributaria. Desde el obeidismo y reutemanismo están analizando una propuesta legislativa que proporcione recursos financieros que no impliquen aumento de la presión impositiva.
¿No se pudo pensar en estas alternativas a fines del año pasado?, ¿era necesario que el tiempo pasara, desgastando a cada uno de los actores, a docentes, empleados públicos y a la provincia en general?
Tanto se parece todo esto a un juego de cartas, que un vocero del justicialismo reconoció a este diario que la idea es encontrar una alternativa que “no deje vencedores ni vencidos en el plano político, sino un empate”.
Al observar cómo jugó durante los últimos meses cada uno de los participantes de este juego, se puede deducir cuáles serán los movimientos futuros.
El peronismo, intentará convencer a la sociedad de que desde la Legislatura debió auxiliar al socialismo para que Hermes Binner y su equipo pudieran gobernar esta provincia durante los dos años que restan de mandato. Por su parte, los socialistas tratarán de convencer a los santafesinos de que el justicialismo se vio encerrado en su propia estrategia y no tuvo otra salida más que aprobar un proyecto similar a la reforma tributaria impulsada durante 2009 desde la Casa Gris.
Claro que éstas son sólo hipótesis. De hecho, cuando la política se convierte en algo tan parecido a un simple juego de cartas, las decisiones de los jugadores suelen tornarse imprevisibles y cualquier lectura puede resultar equivocada.
En definitiva, y tratándose de un juego, lo único que importa es no perder, aunque la partida se torne tan larga y desgastante que produzca consecuencias indeseadas, como paralizar a toda una provincia.
El objetivo es ganar. Y si no se puede, con un empate alcanza.