La sensación de que la escuela no cumple correctamente con sus funciones está fuertemente arraigada. Y la pérdida de autoridad de los maestros frente a los alumnos, parece irreversible.
Sin embargo, para el sociólogo Emilio Tenti Fanfani, existen salidas frente a estas disyuntivas que jaquean al sistema educativo.
Para este reconocido sociólogo, autor de numerosos libros sobre la educación, ex consultor de la Unesco y actual investigador del Conicet, lo primero que se debe hacer es reducir las expectativas puestas hoy sobre las escuelas.
“A la escuela de hoy se le están pidiendo muchas cosas. Se le está pidiendo todo. Se le está exigiendo que enseñe desde matemática y lengua; hasta ecología, conductas viales, ciudadanía política, cuidado de la salud, sexualidad…. La cantidad de expectativas depositadas sobre la institución son excesivas. Incluso se le están pidiendo cosas que antes hacía la familia: que socialice a los niños, que les inculque normas básicas de comportamiento, respeto por la autoridad. Antes los maestros estaban acostumbrados a que estas cualidades los chicos las traían desde la casa”, afirmó.
Según Tenti Fanfani, “a la escuela sólo se le debe pedir lo que puede dar. Y eso es el conocimiento duro”.
Pero no es éste el único problema. La falta de autoridad de los docentes se agrava con el correr de los años.
En este sentido, aseguró que “la autoridad ya no se logra a través de los viejos dispositivos. No se trata de ordenar, de disciplinar, de imponer. Ya no funciona porque la sociedad ha cambiado y cambió la relación entre los chicos y los grandes. Hoy, los chicos también son titulares de derechos. No basta con que el maestro ordene”.
Lo primero que debe hacer el maestro, es respetar a los alumnos: “Hoy los adolescentes exigen reciprocidad. Preguntémonos si los maestros conocen y respetan a los adolescentes, sus valores, su lenguaje, sus preferencias musicales, sus formas de autopresentación física. Tenemos evidencia a través de estudios y encuestas, de que la mayoría de los maestros de Latinoamérica, de primaria y secundaria, tienen una imagen extremadamente crítica y negativa de la juventud. Esa imagen, se traduce en la clase. Los chicos se dan cuenta de que son tratados como la juventud perdida y les devuelven la misma moneda. El adolescente exige reciprocidad. Y en ese marco, el respeto es fundamentalmente recíproco. Te respeto si me siento respetado”.
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