Matías Donnet es un tipo simple, sin demasiadas vueltas. Hoy vive en su querida Esperanza, junto a sus esposa Cecilia y a sus tres hijos: Francesca (10), Benicio (4) y Faustino, que nació el nació 27 de octubre.
Cuando se le pregunta por ellos, Matías no puede responder. No porque no quiera, sino porque la emoción lo invade y le ahoga las palabras. Es que ellos son, sin ninguna duda, la razón de su vida.
Matías Donnet es un tipo simple, pero un día el destino quiso que tocara el cielo con las manos. Fue el 14 de diciembre de 2003, en Tokio, cuando a los 28 minutos de juego contra el poderoso Milan, convirtió un gol que permitiría a Boca Juniors coronarse como el mejor equipo del mundo.
Todavía lo recuerda; y aún se le eriza la piel. Fue, sin dudas, un momento sagrado, único. Seguramente impensado desde sus inicios en las divisiones inferiores de su querido Unión de Santa Fe, donde debutó en Primera División en 1998 gracias al por entonces técnico Nery Pumpido.
No todo fue gloria para Matías. Luego de aquel día, en la lejana Tokio, llegaron momentos duros, en los que sufrió en silencio. Muchos de los que hasta entonces le palmeaban la espalda, le dieron vuelta la cara. Es lo duro del fútbol. Son las reglas del juego. Implacables, sobre todo, para un pibe simple y sensible que sólo anhelaba regresar a su pueblo, junto a los suyos.
En esta entrevista realizada en PALABRA, para Telefé Santa Fe y LitusTV seguramente podrás conocer mejor a Matías Donnet. Un tipo que siempre habló poco y rehuyó de las primeras planas.
Hoy, mira hacia atrás. Y a la hora del balance, seguramente podrá decir que cumplió sus sueños.