Se lo puede criticar o admirar. Se puede estar a favor o en contra de lo que hizo como intendente, legislador nacional o gobernador de la provincia en dos oportunidades. Pero lo que no se puede negar, es Jorge Obeid protagonizó durante los últimos cuarenta años una de las más extensas, profusas y profundas historias políticas de la provincia de Santa Fe.
Este entrerriano nacido el 24 de noviembre de 1947 en una familia de clase media de Diamante, hijo de Juan Antonio Obeid y Edi Alcira D’Acierno y llegado con apenas 17 años a Santa Fe para estudiar en la Facultad de Ingeniería Química, tuvo un rol esencial en la provincia durante los violentos años de principios de los setenta, vivió en el exilio, regresó y ocupó los más diversos cargos a partir del retorno de la democracia en 1983. En su carrera política cosechó adhesiones, críticas y hasta odios, pero no pasó desapercibido.
Parece no sentirse del todo cómodo hablando de su participación política de principios de los setenta, pero igual admite las preguntas y responde: “El mayor error de Montoneros fue haber confrontado con Perón”, asegura cuando recuerda aquellos años en los que ocupó nada menos que la jefatura de la Regional 2 de la Juventud Peronista.
“En la última charla que tuve con el General a solas, allá por febrero o marzo de 1974, me decía que su obsesión era que la juventud no confrontara con él, que quería conversar con todos los dirigentes, era un llamado constante para que convocara a la gente y dejaran las armas”, insiste.
Obeid afirma, una y otra vez, no haber participado directamente en los golpes armados que sacudían a la ciudad y al país con desesperante cotidianeidad: “Mi rol era en la Juventud Peronista, pero como Montoneros participaba de las actividades políticas, se mezclaba todo. De todas maneras, estaba bien definido que eran dos cosas distintas. La JP era una organización política y formaba parte de la conducción del Movimiento Nacional Justicialista, junto a la Rama Masculina, la Rama Femenina y la Gremial”.
“Cuando Montoneros pasó a la clandestinidad, yo ya no estaba en el país. Yo no acordaba con la idea de confrontar con Perón y aceptaba a Perón como conductor del Peronismo. Yo era de los que pensaba que con el regreso de Perón, no se justifica más la lucha armada. Lo que había que hacer era trabajar junto a él para reconstruir el país”, recuerda.