Rafael Bielsa es una persona con la que se puede conversar sobre cualquier tema. No importa que se trate de fútbol, música o política. A los 58 años se define como un tipo que no logró ser plenamente feliz, por el hecho de haber sido educado en su familia sobre una base exigente y perfeccionista. Todavía recuerda aquel día que llegó a su casa muy entusiasmado, se encontró con su madre y le dijo que lo habían elegido abanderado en el colegio. La respuesta fue respetuosa, pero tajante: “No has hecho más que cumplir con tu deber”.
Ese mismo Rafael es que el hoy evita apropiarse del rótulo de ser “el candidato de Cristina”.
– ¿El candidato de la presidenta es usted o Agustín Rossi?
– El que Cristina diga y cuando Cristina lo diga. No me parece noble apropiarme de una preferencia. Si ella lo pone de manifiesto, hay cosas que no se piden pero que se agradecen. Si no lo pone de manifiesto, yo no me voy a apropiar de eso.
– Pero tuvo conversaciones con ella.
– Obviamente. Pero sería una falta de respeto hacia Agustín Rossi que yo revelara el contenido de conversaciones o que me erigiera como el candidato de la presidenta porque lo estaría menoscabando. No me parece que sea un buen terreno para transitar una interna.
– Si un votante quiere apoyar al gobierno de Cristina, es válido que se pregunte quién la representa en la provincia.
– Digamos entonces que desde el 8 de mayo de 2002 hasta el día de hoy, transitando desde el llano hasta en los mayores cargos públicos, siempre estuve en el mismo espacio. Pero nadie puede dudar que Agustín Rossi ha pertenecido a este espacio. Entonces, que la gente elija sobre la base de otros criterios. Hay que mirar atentamente cómo se construye poder, porque el modo en que se construye poder, es el mismo modo con el que después se desempeña.
– ¿Cuál es el costado flaco de su personalidad?
– Es que muchas veces una ambición muy potente es necesaria para soportar el rol. Yo tengo un sentido más colectivo de los episodios. No tengo una personalidad que opaque la colectividad de una colección.
– Eso no es un costado flaco.
– Sí lo es. Porque hay que sostener una candidatura. Es áspera. También se dice maquiavélicamente que hay que tener una dosis de maldad cuando se está en el poder. Lula demostró lo contrario. Es un gran hombre. No tiene cuota de maldad y fue un presidente ejemplar.
– Si su costado flaco es no tener una cuota de maldad, suena a slogan de campaña.
– Pero por qué… Si la gente en general no aprecia demasiado la bondad. Como sociedad somos más tendientes a privilegiar el brillo y la picardía que la constancia y la sinceridad. En realidad suena como un contra slogan de campaña.