El orgullo y la pasión de Alejandra “Locomotora” Olivera por ser el primer caso argentino de un boxeador o boxeadora que alcanza tres coronas mundiales, se entremezclan con una profunda impotencia. Es que a pesar del esfuerzo de tantos años, del éxito deportivo y de la gloria, jamás logró obtener los recursos económicos que le permitan vivir con cierto grado de tranquilidad.
Literalmente hablando, hoy está obligada a pelear para vivir, no tiene casa propia y pasa sus días en un hotel de Santa Fe a cambio de un canje publicitario. Entrena nueve horas diarias, de lunes a lunes, y lo poco que gana con sus peleas lo destina a mantener a sus dos hijos adolescentes que están en Córdoba.
“Mi mayor sueño es tenerlos conmigo. Pero es imposible traerlos mientras no tenga una casa donde vivir”, reconoce Alejandra.
A diferencia de otros boxeadores, la difícil situación económica de la triple campeona no tiene que ver con el despilfarro o con una vida desordenada. Las causas de sus problemas radican en que el boxeo femenino es una disciplina muy mal paga.
Cuando obtuvo su primer título del mundo en México, ganando por KO a la campeona a pesar de pelear con una mano quebrada durante cinco rounds, a la “Locomotora” apenas le quedaron 2.800 de los 5.000 dólares estipulados en la bolsa.
“Cuando perdí aquel título mundial, volví a la Argentina y en mi primera pelea gané 1.400 pesos, de los cuales me quedaron 900 pesos porque hay que pagarles a los entrenadores. Te pueden romper la cara y con el premio no te pagás ni la comida de un mes. Es muy injusto”, insiste la campeona.
A los 34 años, sabe que el éxito es efímero: “Yo no tengo un trabajo con el que me pueda jubilar a los 65 años como todo el mundo. A mí se me puede terminar en cualquier momento. Puedo perder en cualquier momento. Me da rabia y vergüenza ver que he logrado tanto, pero no tengo una casa, un lugar donde descansar… No pido que me regalen nada”.
En estos momentos, el objetivo inmediato de “Locomotora” es lograr algún apoyo del gobierno provincial o de la Municipalidad de Santa Fe: “Yo peleo por TyC Sport, puedo hacer una excelente promoción por Santa Fe”. Según ella, en varias oportunidades pidió audiencias para ser recibida por las autoridades, pero nunca tuvo suerte.
Olivera tiene buenos recuerdos de su infancia, en la provincia de Córdoba, donde cursó la primaria, la secundaria y hasta llegó a ser abanderada.
Hoy vive y entrena en esta ciudad de Santa Fe gracias al destino y al maestro Amílcar Brusa.
Después de perder su primera corona, vino a participar de una velada boxística en el Club Unión. Su rival no se presentó, debido a una lesión, pero fue allí cuando conoció a quien sería su gran maestro.
“Yo no lo conocía. Pero cuando me dijeron que era Brusa, me acerqué y le pregunté qué opinaba del boxeo femenino. Me dijo que no le interesaba, pero me ofreció su academia para entrenar. Le pedí ir una semana. Me vio y me dijo que con él, yo podía recuperar el título del mundo. Entonces me quedé en Santa Fe. Me abrió las puertas de su casa. Me dio comida, un techo. Yo fui su bastón y él me ayudó hasta lograr el título mundial el 12 de agosto del año pasado”, recuerda.
La muerte de Brusa fue un golpe duro. Hoy, en su brazo izquierdo lleva tatuada la palabra “Mamá” y el símbolo del gimnasio de Don Amílcar, a quien siempre recordará con cariño y agradecimiento.
Nadie sabe durante cuánto tiempo la “Locomotora” seguirá siendo campeona del mundo. Pero ella es consciente de que, en boxeo, “cuando perdés una pelea, lo perdés todo”.
El día después y el futuro de sus hijos es lo que más le preocupa.
Mientras tanto, sigue entrenando y peleando. No le queda otra, porque de algo hay que vivir, aunque sea tricampeona mundial.