Adrián Hang no es un piloto de carreras cualquiera. A sus 39 años y en plena actividad, sabe lo que significa afrontar un momento límite de los que muchos otros no podrían levantarse.
El 14 de abril de 1996, mientras competía en el circuito de Monza, Italia, sufrió un accidente que le costaría las amputaciones de parte de sus dos piernas. Pensó que ya no podría seguir, pero 82 días después estaba caminando con prótesis y, luego de cuatro meses, volvía a subirse a un auto de carreras.
Hoy está satisfecho con su vida, no se arrepiente de las decisiones que fue tomando y ya piensa que por una cuestión de edad su retiro de las competencias está cercano.
La muerte de Guido Falaschi en el circuito de Balcarce lo golpeó duro. Apenas unas semana antes habían compartido una cena con este joven piloto, de apenas 22 años.
“No quise hablar después del accidente porque estaba muy caliente. Pero los días pasaron”, asegura Hang.
– ¿Por qué murió Guido?
– Guido muere por la inoperancia de los dirigentes. Producto del destino, porque hay una línea muy delgada entre el accidente y la fatalidad. Porque los autódromos no están acordes al nivel de los autos de carrera que tienen cada vez más potencia. Pero los dirigentes invierten en pavimentarlos, y no hacen lo mismo en seguridad.
-¿Quiénes deberían invertir?
-En definitiva los dirigentes. Las dos instituciones: el Automóvil Club Argentino y la Asociación de Corredores de Turismo Carretera (ACTC).
Pero no prestan atención hasta que pasan estas cosas. Creo que este accidente marcará un antes y un después. Pero lamentablemente falleció un muchacho de 22 años.
– En el fútbol se suele decir que hay clubes pobres y dirigentes ricos…
– En el automovilismo pasa lo mismo.