Domingo, noviembre 24, 2024
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Guzmán lo hizo: Cristina ahora forma parte del gobierno

Esta nota fue publicada en AIRE DIGITAL.

Con un twitt de 32 palabras y una carta de siete carillas, el exministro de Economía, Martín Guzmán, pateó el tablero y en un fin de semana hizo que se reacomodaran las piezas de la política argentina: con un presidente débil e incapaz de nombrar a su nuevo ministro durante 30 horas, con el forzado diálogo entre Alberto Fernández y su vicepresidenta durante la noche del domingo, y con el nombramiento de Silvina Batakis; Cristina Fernández de Kirchner acaba de abandonar definitivamente ese contradictorio y paradójico lugar que logró construir como una voz opositora dentro del gobierno que ella misma ideó.

Las 32 palabras de un twitt y una carta de siete carillas de Martín Guzmán al Presidente, terminaron provocando un impacto que va más allá de la economía y que repercute de lleno en la política argentina.

Las 32 palabras de un twitt y una carta de siete carillas de Martín Guzmán al Presidente, terminaron provocando un impacto que va más allá de la economía y que repercute de lleno en la política argentina.

A partir de hoy y por el modo en que se desencadenaron los hechos, Cristina se llevará el reconocimiento en caso de que el gobierno encuentre al fin la manera de reducir la inflación, bajar la pobreza y generar un crecimiento genuino; pero sobre ella recaerán los reproches si no se encuentra el rumbo, si estos movimientos conducen a otro fracaso y si los padecimientos de millones de argentinos terminan agravándose. Al igual que Alberto, Cristina dependerá de los resultados. Ya no mira desde afuera. O es parte de la solución, o es abiertamente parte del problema.

No queda del todo claro si Cristina estaba dispuesta a ocupar este rol de cogobernante en este preciso momento, o si hubiese preferido continuar en la paradójica y contradictoria función de ser la voz opositora dentro del mismo gobierno que ella ideó. Lo cierto es que, con un tweet y una carta de siete carillas, Guzmán le cambió a la vicepresidenta su lugar en el tablero.

Cristina, Alberto y un problema que trasciende la lapicera

Cuando pasó lo peor de la pandemia, la gestión del Frente de Todos se sumergió en una suerte de temeraria y desgastante cinchada política. De un lado de la soga, Alberto Fernández, un puñado de ministros y su idea de que el poder se ejerce a partir del convencimiento y la persuasión -él mismo lo dijo cuando respondió a uno de los tantos reproches públicos de su vicepresidenta-; del otro, Cristina Fernández, sus representantes en el gabinete y su convicción de que un Presidente debe “usar la lapicera” para hacer lo que considera necesario.

El problema de fondo no se limita a una cuestión de métodos o estilos de ejercer el poder: más allá de apostar por la lapicera o por la búsqueda del consensos, el punto neurálgico en esta crisis es que Alberto y Cristina tienen miradas diferentes sobre qué medidas pueden contribuir a sacar adelante al país de este infierno.

Como en toda cinchada, cuando ambos contrincantes tienen fuerzas similares se produce el único efecto posible: la paralización. A cada intento de avance le sigue el retroceso. Y en este escenario, termina primando la incertidumbre.

En reiteradas oportunidades, Cristina hizo públicas sus críticas sobre el modo de gobernar de Alberto Fernández.

En reiteradas oportunidades, Cristina hizo públicas sus críticas sobre el modo de gobernar de Alberto Fernández.

Lo sucedido con los infructuosos intentos de Martín Guzmán por iniciar el proceso que desembocaría en la quita de subsidios energéticos para sectores que no los necesitan, fue un ejemplo claro en este sentido. Mientras el exministro de Economía intentaba avanzar cuanto antes con la segmentación tarifaria; desde el área de Energía -conducida por funcionarios cercanos a Cristina- sumaban trabas para frenar los cambios.

Por debilidad, por decisión o por estilo; hace tiempo que Alberto Fernández comenzó a ceder ante los embates de Cristina. La vicepresidenta presionó al exministro de la Producción, Matías Kulfas, quien terminó renunciando al Gabinete. La vicepresidenta presionó al exministro de Economía, Martín Guzmán, quien siguió el mismo camino.

Ahora, el juego de la cinchada muestra a una clara ganadora. Para bien o para mal, haber ganado traerá para Cristina responsabilidades y consecuencias políticas inevitables.

La renuncia de Guzmán también impacta en la oposición

Pero la movida de Guzmán no solo provocó estas secuelas en el seno del gobierno, sino que también generará un verdadero impacto dentro de la oposición.

Con Cristina abiertamente cogobernando junto a Alberto, el tablero político argentino será ahora más claro: hasta la renuncia de Guzmán y con una vicepresidenta siendo la voz disonante dentro del mismo gobierno, la verdadera oposición quedó eclipsada detrás de las penumbras del segundo plano. En determinadas circunstancias, pasar desapercibido tiene ciertos beneficios.

Con Cristina ocupando un rol crítico hacia el gobierno de Alberto Fernández, las divisiones de la oposición quedaron en un segundo plano. Ahora, el tablero político cambió.

Con Cristina ocupando un rol crítico hacia el gobierno de Alberto Fernández, las divisiones de la oposición quedaron en un segundo plano. Ahora, el tablero político cambió.

Las penumbras del segundo plano permitieron a la oposición disimular las evidentes tensiones que existen entre sus principales figuras, pero llegó el momento de que saber si estos dirigentes están a la altura de las circunstancias o si continuarán enfrascados en enfrentamientos internos por futuras candidaturas.

La renuncia de Martín Guzmán genera profundos interrogantes, pero también plantea algunas certezas: Alberto Fernández es, definitivamente, un Presidente sin poder real; Cristina Fernández asumió un rol activo en el gobierno que ella misma ideó; y la oposición tendrá que asumir la responsabilidad de ocupar el verdadero papel que le cabe en una democracia.