Esta nota fue publicada en Aire Digital.
Omar Ángel Perotti dedicó su vida a la política. Siendo apenas un veinteañero se convirtió en presidente del Centro de Estudiantes en la Facultad de Ciencias Económicas de la UNL. Con tan solo 31 años lo eligieron intendente de Rafaela. Y lo volvieron a elegir en otras dos oportunidades. Fue ministro, diputado, senador nacional. Nadie le regaló nada. Y supo construir desde su pequeña Bella Italia una carrera sin interrupciones hasta cumplir sus objetivos.
Pero cuando al fin se convirtió en gobernador de su provincia, sorprendió a propios y extraños: con persistente obstinación decidió atar su gobierno a la suerte de una ley que todavía espera, se confinó al silencio, postergó decisiones cruciales y dejó transcurrir esos cien días de encanto con el electorado que todo gobernante tiene para tomar decisiones de fondo, ésas que suelen ser recordadas con el paso del tiempo y el devenir de toda gestión.
Omar Perotti no tuvo luna de miel. Simplemente, porque decidió no tenerla.
No queda del todo claro si se trataba de un escollo insalvable. Si no lo era, el gobierno se empeñó en asignarle un dramatismo que quizá nunca tuvo.
Luego de una vida dedicada a la política, Omar Perotti parece no haber medido con acierto cuáles eran sus cartas y de qué manera operan los tiempos del poder frente a una realidad avasallante. El político experimentado, el hombre que planificó con decisión y empeño cómo alcanzar sus metas, pareció haber quedado atascado en el primer obstáculo en su camino.
Todavía no queda del todo claro si se trataba de un escollo insalvable. Si no lo era, el gobierno se empeñó en asignarle un dramatismo que quizá nunca tuvo.
Desde el mismísimo 11 de diciembre de 2019, Omar Perotti espera una ley. Primero la llamó de Emergencia. Luego, de Necesidad Pública. Creyó que el impulso del triunfo electoral sería suficiente como para dejar sin margen de acción a una oposición que, herida y fragmentada, acababa de perder el poder luego de 12 años.
Sin embargo, no iba a ser tan sencillo. Los primeros en contradecir los deseos del gobernador fueron seis senadores de su propio partido. Hombres acostumbrados a ejercer el poder a su antojo. Fueron los primeros en provocar en Perotti un desgaste seguramente innecesario.
Y todavía faltaba lo más difícil. En la Cámara de Diputados, la oposición cuenta con mayoría absoluta. Allí, un Miguel Lifschitz herido lo estaba aguardando. Es que, durante los 24 minutos que duró el discurso de asunción y a un par de metros del hombre que acababa de dejar el poder, aquel 11 de diciembre Omar Perotti lo acusó de haber generado un “pacto de gobernabilidad directa o indirecta con el delito”. Lo dijo en una provincia atravesada por la muerte y el narcotráfico.
Hoy, a 100 días de haber asumido en la Casa Gris, los tiempos del Gobierno de Santa Fe parecen estar atados a las decisiones que se adoptan en la Legislatura. Y el hombre más poderoso de esa Legislatura se llama Miguel Lifschitz.
Para el peronismo, el socialismo dejó una verdadera bomba de tiempo y parece no haber comprendido que su gobierno terminó. Para el socialismo, Perotti pretende gobernar con facultades excesivas, inconvenientes y peligrosas.
El problema para el gobierno es que, a estas alturas de las circunstancias, poco importa quién tiene la razón.
El problema para el gobierno es que, a estas alturas de las circunstancias, poco importa quién tiene la razón. Esta disputa mantiene virtualmente paralizada la toma de decisiones en la provincia: la obra pública no se reinicia, las deudas de 2019 apenas si están siendo recalculadas, las clases no comienzan -la explosión del coronavirus colocó este problema en un segundo plano y el gobierno suspendió la paritaria- y los agentes estatales todavía no saben cuál es la oferta salarial de cara a un 2020 que ya vio pasar todo un trimestre.
Los problemas son reales. La crisis existe. Sin embargo, este verdadero cóctel de incertidumbre se parece demasiado a una suerte de daño autoinflingido para el peronismo. La estrategia no resultó como el gobierno esperaba. Y lo más preocupante, es que apenas se observan algunos atisbos de reacción para recalcular el rumbo.
En otras palabras, aun en el caso de que el peronismo esté en lo cierto cuando describe la situación en que recibió la provincia y no exagere al reclamar las herramientas que estipula la ley de Necesidad Pública, la percepción generalizada es que de una vez por todas se deben tomar decisiones. Con o sin ley.
El destino juega cartas inesperadas
Pero el destino suele jugar sus propias cartas. Mientras el Gobierno de Santa Fe comenzaba a mostrar algunas tenues señales de reinvención, la pandemia de coronavirus se convirtió en emergencia, se transformó en prioridad y demostró que el cálculo y las estrategias políticas pueden ser desplazados de la noche a la mañana por la realidad.
Luego de algunos días de titubeos, Omar Perotti resolvió con acierto ponerse al frente de la comunicación y de la toma de decisiones. Apareció, al fin, el gobernador que se encontraba agazapado, especulando más allá de la cuenta en un vano intento de lograr un contexto ideal e inalcanzable de gobierno.
Por momentos, da la sensación de que algunos de los hombres que lo rodean, con la experiencia de haber gestionado hace más de una década, no logran adaptarse a los nuevos tiempos.
Ahora, no hay margen para la equivocación. Seguramente se avecinan tiempos tormentosos frente a la pandemia. Lo importante, en todo caso, será minimizar los errores que puedan agravar las consecuencias de este flagelo. Perotti debe elegir a los mejores profesionales para el manejo de esta crisis. Por momentos, da la sensación de que algunos de los hombres que lo rodean, con la experiencia de haber gestionado hace más de una década, no logran adaptarse a los nuevos tiempos.
Cuando esta emergencia sanitaria pase, las miradas volverán a posarse sobre la economía y la inseguridad. La crisis, seguramente, se profundizará. La Argentina parece encaminarse hacia una situación de default. Y los coletazos del coronavirus se sentirán con fuerza.
La paz y el orden pregonados durante la campaña no serán fáciles de alcanzar. Sobre todo, con una corrupción que lo atraviesa casi todo y un contexto social endeble.
Pasaron 100 días desde el día en que Omar Perotti cumplió su sueño de convertirse en gobernador de su provincia. Demasiado tiempo para haber deambulado en un laberinto que postergó la toma de decisiones cruciales y evaporó la luna de miel que todo gobernante tiene con su electorado.
Sin embargo, aún queda mucho. Este gobierno recién comienza. Y el hombre que se preparó durante toda su vida para alcanzar este objetivo, cuenta con la enorme posibilidad de demostrar que está a la altura de las circunstancias, a pesar de la crisis, a pesar de las pandemias, a pesar de los escollos y de los errores iniciales de cálculo.
Cuanto antes este gobierno logre reinventarse, deje de mirar hacia el pasado y se enfoque en el presente y el futuro, será mejor para todos. Para Omar Ángel Perotti y para cada uno de los santafesinos.