El día que Osvaldo Bayer intentó convencer a Rodolfo Walsh de que abandonara las armas

En agosto de 2014 Osvaldo Bayer caminaba lento. Su cuerpo denotaba el paso del tiempo. Pero su lucidez seguía intacta. Incluso, para recorrer la Argentina participando de una obra de teatro basada en su obra “La Patagonia rebelde”.

Fue durante esas giras que llegó a Santa Fe y tuve la maravillosa oportunidad de entrevistarlo. Pacifista a ultranza, aseguró que siempre estuvo en contra de la violencia, que en varias oportunidades intentó convencer a su amigo Rodolfo Walsh que el camino de las armas era el camino equivocado.

Cuatro años después, Osvaldo Bayer ya no está. Pero su obra y su legado continuarán vivos por siempre.

En este momento especial, comparto aquella entrevista realizada en Palabra:

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“La violencia que vivió el país a lo largo de su historia es una tragedia. Yo no soy partidario de la violencia. Lo importante es la palabra. Se debe comenzar con la palabra y no con las armas”.

-¿Opinaba lo mismo en los setenta?

Sí. En aquel momento también pensaba que la violencia no era el camino correcto. Yo estaba muy bien informado porque había sido secretario de Redacción del diario Clarín, a cargo de la sección Fuerzas Armadas y Partidos Políticos. Sabía que los militares estaban bien equipados. Que por más que los grupos juveniles tuvieran armas, no iban a tener la fuerza necesaria. Cuántas veces discutí con Rodolfo Walsh sobre esto.

-¿Eran amigos?

Fuimos muy amigos. Él era el mejor, pero se equivocó en esto. Como también se equivocó el Che Guevara, que creía que Bolivia podía hacer la revolución, pero el pueblo no lo siguió.

La última vez que hablamos le dije, no sé cómo vos podés ser peronista. Siempre fuiste marxista. El me dijo que yo estaba equivocado, que no era peronista, pero que el pueblo estaba con el peronismo.

Yo le respondí: Sí, tenés razón. Pero el pueblo no los va a apoyar a ustedes, los de la guerrilla. El me miró y me dijo… vas a ver que te equivocás. Desgraciadamente no me equivoqué y perdimos al mejor de todos.

Era el mejor como periodista, como escritor y muy corajudo. Hubiera podido ser millonario por cómo se vendían sus libros. Pero él estaba convencido. No había forma de hacerlo cambiar de idea.


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