A principios de 2015, ni siquiera los más optimistas podían imaginar que la relación entre Santa Fe y la Nación sufriría un cambio tan profundo durante el último tramo de este año.
Es que los tiempos kirchneristas fueron particularmente duros para la provincia, discriminada por un poder central que no ocultó su perversa metodología de premiar a gobernadores amigos y castigar a todos aquellos que pensaran diferente.
De esa manera, Santa Fe se vio perjudicada en el envío de fondos destinados a las más diversas áreas. Especialmente, en materia de infraestructura, obra pública y viviendas. Pero eso no fue todo: lo ocurrido con la detracción de fondos coparticipables, para sostener a la Ansés, fue quizá el ejemplo más concreto de esta situación. Provincias como Córdoba y San Luis, transitaron por realidades similares.
Tanto fue así que, a poco de finalizar el mandato de Cristina Fernández, la Corte Suprema de Justicia de la Nación terminó dándoles la razón a estas provincias, por lo que el nuevo gobierno de Mauricio Macri deberá hacerse cargo de una deuda millonaria. El caso estaba a fallo desde hacía años.
Pero más allá de este hecho puntual, lo cierto es que una serie de decisiones políticas y ciertos hechos fortuitos terminaron transformando el panorama y colocando a Santa Fe en una posición privilegiada y expectante.
Lo primero que sucedió, fue aquella discutida y hasta polémica decisión del radicalismo de conformar un frente con el macrismo y sumarse a Cambiemos.
No fue un paso sencillo. En primer lugar, por las lógicas desaveniencias que produjo dentro de la Unión Cívica Radical, atravesada por prevenciones y reparos. Además, porque obligó a conformar un entramado político complejo en distritos clave como Santa Fe, donde los radicales integraban -y lo siguen haciendo- un Frente Progresista Cívico y Social con socios que, en el plano nacional, apoyaban a otro candidato.
La jugada fue arriesgada. Si Mauricio Macri hubiese perdido las elecciones, en estos momentos los dirigentes radicales que impulsaron el acuerdo estarían siendo fuertemente criticados.
Pero no fue eso lo que ocurrió. Contra la mayoría de los pronósticos, el candidato del oficialismo, Daniel Scioli, perdió terreno a medida que se acercaba la hora de la verdad. En gran medida, porque el kirchnerismo pareció empeñado en cerrarse sobre sí mismo.
El triunfo de Cambiemos se dio luego de que se consolidara una excelente relación entre Mauricio Macri y el intendente de Santa Fe, José Corral, uno de los principales defensores del aquel acuerdo.
En este contexto, se produjo otro hecho trascendente: Corral terminó siendo elegido presidente de la Unión Cívica Radical, el principal socio político del nuevo presidente de la Nación.
Evidentemente esta conjunción de factores coloca a Santa Fe en una situación muy distinta de la que atravesaba a principios del año. Sobre todo, porque Corral y el flamante gobernador, Miguel Lifschitz, vienen dando muestras de un esfuerzo sostenido para mantener buenas y fructíferas relaciones.
De hecho, en las últimas horas ambos compartieron una reunión con algunos de los principales miembros del gabinete nacional.
Para Santa Fe, luego de años de postergación, el contexto actual es favorable. A partir de ahora, para conseguir objetivos de gran alcance, será imprescindible que imperen la inteligencia, el sentido común y, sobre todo, las buenas relaciones entre los dirigentes políticos locales.