Daniel Scioli y el kirchnerismo duro están encerrados en su propio laberinto. Mal que les pese, fueron ellos quienes terminaron generando la situación propicia para el crecimiento de un Mauricio Macri que, en otro contexto, difícilmente hubiese obtenido el 34 por ciento de los votos a nivel nacional o hubiera logrado un triunfo como el del domingo en la provincia de Buenos Aires.
En primer lugar el kirchnerismo deberá reconocer que, luego de haber gobernado durante 12 años el país, de haber contado con niveles inéditos de recursos económicos y de tener en sus manos el más contundente poderío político de la historia democrática moderna -54{e84dbf34bf94b527a2b9d4f4b2386b0b1ec6773608311b4886e2c3656cb6cc8c} de los votos en 2011 y control absoluto en el Congreso de la Nación-, no fue capaz de generar una figura que pudiera garantizar la continuidad.
No es casualidad que así fuera. De hecho, transformar al líder de turno en una suerte de semidiós tiene sus riesgos. Y eso fue lo que ocurrió en los núcleos del denominado “kirchnerismo puro”.
El estilo personalista y autocrático de Cristina Fernández, eclipsó cualquier posibilidad de surgimiento de un verdadero heredero. Sobre todo, cuando el destino colocó a Sergio Massa en un lugar clave durante aquellas cruciales elecciones legislativas realizadas en 2013. Su triunfo en provincia de Buenos Aires truncó los sueños de reforma constitucional para avanzar en la estrategia de una “Cristina eterna”.
Y entonces, luego de algunos intentos fallidos por posicionar a un “leal” como posible sucesor a la Presidencia, el kirchnerismo llegó a la conclusión de que no tendría más alternativa que recostarse sobre Daniel Scioli, un hombre moderado que no espantaría a ese sector del electorado ávido por encontrar otros modos de hacer política.
Daniel Scioli aceptó el convite y optó por caminar sobre el filo de la navaja. Pero quien decide hacerlo, sabe que asume riesgos inevitables. Sobre todo, cuando la contienda es cara a cara y la sociedad exige definiciones claras.
El desafío de representar al kirchnerismo como un “no kirchnerista” implicó desde un principio una tarea difícil y hasta tortuosa.
La inclusión de Carlos Zannini en la fórmula presidencial y la candidatura de Aníbal Fernández en provincia de Buenos Aires fueron verdaderos lastres para un candidato que debió sostener un discurso absolutamente ambiguo, disociado y, por momentos, contradictorio.
Marcando límites
Mientras tanto, el kirchnerismo, tal vez convencido de que el triunfo estaba asegurado y pensando en el 11 de diciembre, lejos de apoyar a Scioli se dedicó a marcarle límites. Durante el acto de cierre de campaña de La Cámpora en el Luna Park, los oradores se encargaron de advertirle al posible futuro presidente -quien no estaba presente- que podrían convertirse en la más feroz oposición en caso de percibir algún atisbo de cambio en los principios del “cristinismo”.
La presidente tampoco jugó a favor de Scioli. Así como en la campaña previa a las elecciones de 2011 Cristina Fernández enarboló un discurso amigable y apuntó a captar el electorado independiente -objetivo que logró con creces-; en este caso se la observó más cerrada que nunca sobre sí misma, endureciendo su mensaje, maltratando al candidato Scioli y agrediendo a todos aquellos que piensan diferente.
Ahora, Scioli quedó encerrado en su propio juego. Sobre todo, porque necesita -como Macri- de cada uno de los votos.
Si se despega discursivamente del kirchnerismo puro, sabe que la represalia llegará tarde o temprano y que puede pagarlo en las urnas. Sin embargo, si no lo hace, difícilmente podrá captar al electorado independiente o de otros partidos. Así, su techo electoral no tendrá demasiadas alternativas de elevarse. Y Macri se encontrará con el camino allanado para llegar a la Presidencia de la Nación.
Las próximas horas serán cruciales para saber qué decisiones adoptará un Scioli que se encuentra bajo tremenda presión. Por lo pronto, ya dijo que está dispuesto a debatir públicamente con Macri, cuando hace apenas algunas semanas truncara la posibilidad de que, por primera vez en la historia, los argentinos pudieran presenciar un debate presidencial con la participación de todos los contendientes.
De lo que no hay dudas es que, para Daniel Scioli, lo mejor sería que Cristina Fernández y su círculo íntimo guardaran silencio. Sin embargo, lo que a estas alturas de las circunstancias parece ser una incógnita, es si Cristina y su círculo íntimo están pensando en Scioli.