La inclusión de Santa Fe en el programa internacional “100 Ciudades Resilientes” que impulsa la Fundación Rockefeller constituye un hecho realmente trascendente, cuyas consecuencias comenzarán a percibirse en el mediano plazo.
En primer lugar, representa un verdadero reconocimiento a la postulación generada desde el gobierno local, sobre todo si se tiene en cuenta que centenares de ciudades -incluso muchas de las urbes más importantes del planeta- intentan infructuosamente sumarse a este proyecto. El trabajo fue arduo y minucioso, pero permitió convencer a la Fundación Rockefeller de que valía la pena trabajar codo a codo con Santa Fe.
No son muchas las ciudades latinoamericanas que accedieron a este privilegio. Entre otras, se destacan Río de Janeiro, Porto Alegre, Santiago de Chile, Quito y Medellín. Y a escala mundial, figuran urbes tan importantes como Londres, París, Barcelona, Boston, Chicago, Milán, Atenas, Bangkok o Belgrado,
Por intermedio del proyecto “100 Ciudades Resilientes” -en realidad sólo 67 urbes fueron aceptadas hasta el momento-, Santa Fe tendrá acceso a todo tipo de asesoramiento internacional sobre cómo superar algunos de los flagelos que la ciudad enfrenta. No sólo aquellos que representan problemas agudos -como, por ejemplo, la vulnerabilidad hídrica-; sino también ciertas dificultades que se han tornado crónicas, como la elevada tasa de homicidios, la falta de viviendas o la desigualdad manifiesta entre distintos sectores de la ciudad.
Durante los últimos días, representantes de la Fundación, autoridades municipales y referentes de diferentes áreas de la comunidad local, se reunieron para participar del primer taller de trabajo. Básicamente, la idea fue conocer a fondo los alcances de este proyecto, detectar los principales flagelos sobre los cuales resulta indispensable comenzar a trabajar, determinar geográficamente en qué lugares estos problemas se hacen más evidentes, e iniciar un proceso a partir del cual distintos actores de la ciudad serán invitados a participar.
El apoyo de la Fundación será clave. No sólo se ejecutará a partir de aportes económicos, sino sobre todo desde el punto de vista organizativo, el asesoramiento, la posibilidad de acceder a información valiosa sobre cómo actúan en otras ciudades del planeta. A todo esto se suma el vínculo con más de 55 empresas multinacionales de primera línea, corporaciones y consultoras de todo el mundo, dispuestas a colaborar con los programas que en su momento se podrán en marcha en Santa Fe, luego de que se elabore un Plan Global de Resiliencia.
Puede que el término “resiliencia” resulte para la mayoría un concepto nuevo o poco conocido. Sin embargo, durante los próximos años, la ciudad de Santa Fe y el resto de las grandes áreas metropolitanas comenzarán a familiarizarse con esta palabra, que no es otra cosa que la capacidad de detectar los problemas y avanzar en la búsqueda de transformaciones que permitan enfrentarlos o mitigar sus impactos.
De todos modos, el éxito o fracaso de esta iniciativa dependerá exclusivamente de los santafesinos. No sólo de quienes circunstancialmente gobiernan hoy la ciudad, sino de cada uno de los sectores que tienen la posibilidad de involucrarse en la búsqueda de transformaciones que contribuyan a elevar la calidad de vida de los vecinos.