Puede que Elisa Carrió tenga razón cuando advierte que la atomización opositora quizá derive en un nuevo triunfo kirchnerista en las elecciones de 2015. Sin embargo, su obsesión por disimular las desaveniencias a través de un pacto electoral -en este caso con el PRO- suena a ficción política.
Su pregonado acuerdo con Mauricio Macri jamás podría evitar las diferencias que existen entre el jefe de Gobierno porteño y los integrantes de UNEN que, dicho sea de paso, nunca lograron amalgamar entre ellos mismos este sector que hace un año se presentó como la gran alternativa no peronista para enfrentar al kirchnerismo.
El no acuerdo con Macri, no divide a la oposición. Simplemente, porque la oposición siempre estuvo dividida.
Tan diferentes son las visiones opositoras que, a pocas horas de que Carrió abandonara UNEN, el país quedó perplejo al descubrir que, para Lilita Carrió, los que hasta ayer eran sus socios son, en realidad, poco menos que execrables personajes de la política.
De Julio Cobos y Ricardo Alfonsín dijo que “están entregando -el poder- a (Daniel) Scioli”. Y no se quedó allí: “Hay diputados radicales que reciben plata de Scioli. (…) Daniel Scioli paga esto en la Cámara de Diputados de la provincia. Muchos de lo que se dicen progresistas cobran de Scioli”.
“Cobos -agregó- fue el vicepresidente de Cristina y yo no sé si está apretado por la efedrina. Y él rompió el radicalismo. Fue financiados por la droga, por la efedrina”.
Sobre Hermes Binner y el socialismo afirmó: “El ex gobernador tiene que explicar el narcotráfico en Santa Fe. No se puede hacer el gobernador maravilloso. Hoy lo que está haciendo el radicalismo y el socialismo es seguir jugando para Cristina. Como jugaron en los mandatos y como llenaron de narcos Santa Fe”.
Ahora bien, si Alfonsín y Cobos efectivamente trabajan para Scioli; si el ex vicepresidente hizo campaña con dinero de la efedrina y si Binner facilitó el narcotráfico en Santa Fe, ¿por qué Carrió aceptó conformar una sociedad política con ellos y compartir el mismo espacio en UNEN? En el supuesto de que todo lo que hoy dice Carrió sobre sus ex socios sea cierto, ¿recién ahora lo descubre?
Si no lo sabía, ¿acaso tuvo una suerte de revelación durante las escasas horas en que se prolongó la reunión de radicales en San Fernando el pasado lunes? Y si, en cambio, era consciente de esta realidad, ¿por qué no lo dijo en su momento?
Si UNEN hubiera acordado con Mauricio Macri para enfrentar al kirchnerismo, ¿Carrió hubiese ocultado tan aberrantes situaciones ante la sociedad?
Sobre Fernando Solanas dijo: “Todos los progres falsos que tienen problemas ideológicos, en realidad, lo único que quieren es un cargo por cuatro años y un sueldo”.
En ese caso, ¿por qué Carrió aceptó a “Pino” como parte de UNEN, sabiendo que sólo buscaba dinero detrás de una máscara de supuesto progresista? Si UNEN hubiera acordado con Macri, ¿acaso Lilita hubiese ocultado a la sociedad que Solanas es un supuesto fraude político que sólo busca dinero?
Una pregunta más: ¿estará ocultando Carrió algún costado oscuro del jefe de Gobierno porteño?
Un verdadero “deja vu”
En 2010, un amplio sector de la oposición intentó generar un espacio alternativo al kirchnerismo. Se trataba del Acuerdo Cívico y Social integrado, entre otros, por Carrió.
Sin embargo, aquel Acuerdo Cívico y Social sufrió un tremendo golpe antes de que se iniciara la campaña electoral que llevó a Cristina Fernández a ser reelecta con el 54 por ciento de los votos. Aunque los actuales integrantes de UNEN prefieran evitar las comparaciones, se trata de una historia sorprendentemente parecida a la que hoy se está produciendo.
Elisa Carrió decidió abandonar aquel espacio. Y, como suele ser su costumbre, no lo hizo de la mejor manera. Antes de irse, se encargó de dinamitarlo a través de una carta cuyos principales párrafos decían: “Queridos Gerardo (Morales), Mario (Negri), Ricardo (Gil Lavedra) y Ricardito (Alfonsín), hoy por hoy no estoy en el Acuerdo Cívico”. Entre otras razones, “porque la Coalición Cívica está formada por una generación de jóvenes que no toleran el cinismo, el pacto, ni la corrupción”.
En otras palabras, antes de abandonar el Acuerdo se encargó de decirle a la sociedad que dicho sector estaba integrado por cínicos y corruptos. Con muchos de ellos, volvió a reunirse en UNEN. Por ese motivo, difícilmente esta vez Carrió pueda alegar ignorancia.
Hace bien Lilita en alejarse de los lugares en los que no siente cómoda y donde, evidentemente, sus pares no se sienten cómodos con ella.
Sin embargo, cada vez que adopta este tipo de decisiones no sólo se encarga de dinamitar los espacios políticos que integra sino que, además, revela una serie de inquietantes contradicciones e incongruencias en sus propias decisiones.
Es verdad que desde su creación, el espacio UNEN no ha sido capaz de generar ningún hecho político que amerite reconocimiento y contribuya a captar votos. Incluso, tal vez sea cierto que, al no acordar con el PRO, la oposición no peronista esté facilitando un nuevo triunfo del peronismo en su versión kirchnerista. Pero con este tipo de actitudes, “revelaciones” y contradicciones, Carrió poco hace para evitarlo.
Quizá éstos sean los motivos por los cuales, a lo largo de su carrera, Lilita jamás ha podido superar esa suerte de función testimonial en la política. Su rol puede ser importante y hasta necesario. Sin embargo, por este camino, difícilmente logre alguna vez construir un espacio de poder real.