Se sabe que el comportamiento de los ríos es absolutamente dinámico, que los cálculos de los niveles de crecida difícilmente puedan ser exactos -por eso se habla de “estimaciones”- y que siempre es importante controlar el estado de las defensas y sistemas de bombeo en una ciudad vulnerable como Santa Fe.
Sin embargo, durante la crecida que en estos momentos se está produciendo y en la que se produjo a mediados del año pasado, los desaciertos reflejados en los informes dados a conocer por el Instituto Nacional del Agua resultan sorprendentes y preocupantes.
El 3 de julio de 2013, el organismo encargado de estudiar el comportamiento de los ríos y de generar la información necesaria como para que los entes gubernamentales adopten las medidas adecuadas, informó que el 22 de julio de aquel año llegaría a la ciudad de Santa Fe el pico de la crecida y que el mismo alcanzaría los 5,85 metros.
Sin embargo, 5 días después el INA dijo que el pico se produciría el 26 de julio y que ya no sería de 5,85 metros, sino de 5,40 metros. Finalmente, y para alivio de los santafesinos, el río alcanzó los 5,21 metros el 28 de aquel mes.
Los errores en los cálculos por parte del organismo nacional sorprendieron en aquel momento. Incluso, desde la Municipalidad de Santa Fe se dejó trascender cierto malestar por la forma en que el INA manejó la información, ya que el primer nivel de alerta -que finalmente nunca se produjo- fue dado a conocer a través de los medios, antes de que los datos estuvieran oficialmente a disposición de quienes debían tomar los recaudos necesarios ante la emergencia.
La historia se repite
Un año después, el Paraná vuelve a crecer por encima de los niveles habituales. Y, otra vez, las estimaciones brindadas por el INA están reflejando llamativos desaciertos.
El 10 de junio de este año, el organismo nacional informó que el pico de la crecida llegaría a fines de aquel mes y que para el 27 de junio el río podía alcanzar una altura de 6,20 metros en el puerto de Santa Fe. Otra vez, se encendieron las luces de alarma, aunque el INA adelantó que dichas estimaciones se irían ajustando con el correr de los días.
Apenas 72 horas después, los datos cambiaron. El pronóstico, entonces, estableció una altura máxima de 5,35 metros para el 9 de julio.
La diferencia entre las estimaciones del 10 y del 13 de junio fue, nada menos, que de 85 centímetros. Para los desentendidos en materia de gestión de riesgo, quizá parezca un dato poco relevante. Sin embargo, esos 85 centímetros de incremento en la altura del río pueden representar un enorme impacto económico, estructural y social para una ciudad como Santa Fe.
Pero eso no es todo. Se calcula que en las islas del Paraná que corresponden a la provincia de Santa Fe, existen alrededor de 500 mil cabezas de ganado. Lo mismo ocurre en las islas pertenecientes a Entre Ríos. En definitiva, los propietarios de ese millón de animales dependen de los pronósticos emanados desde el INA para tomar decisiones cruciales y a tiempo pues, una vez que la crecida llega, resulta imposible evitar la mortandad y las enormes pérdidas económicas que esto representa.
El pico de 5,35 metros tampoco llegó el 9 de julio a la ciudad. De hecho, hasta la mañana de ayer, el Paraná alcanzaba en el puerto de Santa Fe una altura de 5,30 metros y continuaba creciendo. Diez familias habían sido evacuadas en la Vuelta del Paraguayo y otras seis en Colastiné Sur.
Cuando se les pregunta a las autoridades de la Municipalidad cuál puede ser el pico máximo de la crecida actual, evitan responder al interrogante. Es que, aunque no lo digan públicamente, ya no confían demasiado en los datos que brinda el INA y no quieren hacerse cargo de errores ajenos.
En 2003, la ciudad de Santa Fe sufrió la peor de sus tragedias a raíz de la inundación del río Salado. Por entonces, se dijo que el Sistema de Información y Alerta de la Cuenca del Plata -dependiente del INA-, sí era confiable y que, por lo tanto, el comportamiento del Paraná estaba monitoreado de manera satisfactoria. Sin embargo, las experiencias de 2013 y 2014 reflejan otra cosa.
Hasta el momento, los desaciertos en las estimaciones vinculadas con las últimas crecidas del Paraná no provocaron grandes inconvenientes. Sin embargo, la confianza en los datos que brinda el INA ha sufrido un fuerte desgaste.
Un hecho preocupante, sobre todo porque en materia de gestión de riesgo, la fiabilidad de la información es un factor clave.