A Atahualpa Larrea el paso del tiempo se le nota… a medias. A punto de cumplir 16 años, su inteligencia, su energía y sus sueños permanecen intactos. Sólo perdió algo de inocencia y ganó unos cuantos centímetros de altura.
Este chico del populoso -y difícil- barrio Santa Rosa de Lima, saltó a la fama por mérito propio y en el peor momento que atravesó la ciudad de Santa Fe.
En plena inundación del Salado, a mediados de 2003, Atahualpa y su familia debieron abandonarlo todo ante el avance del agua. Estuvieron evacuados, como tantos otros. Y en medio de tanto dolor, el destino hizo que este chiquilín de apenas 5 años se topara con un tablero de ajedrez: ‘Estaba aburrido porque había perdido todos mis juguetes. Mis padres ahorraron y me llevaron a una juguetería. Miré la vidriera y pedí una caja, sin saber qué había en ella‘, recuerda todavía hoy.
Su talento sorprendió a todos. Logró participar de importantes campeonatos internacionales, aunque su sueño siempre fue llegar a un mundial.
La falta de recursos y algunas piedras en su camino truncaron lo que pudo haber sido una brillante carrera. Sin embargo, Atahualpa tuvo otro sueño: decidió que era el momento de ayudar al barrio que lo vio crecer. Con su impulso y junto a su familia, logró crear una escuela de ajedrez en Santa Rosa de Lima para que los chicos más pobres del barrio conocieran el juego que a él le había cambiado la vida.
Hoy, la escuela sigue en pie. Y creciendo. Ya no sólo enseñan ajedrez., sino que funcionan talleres de música, de baile y hasta una biblioteca digital.
A los 16 años y como cuando era apenas un niño, Atahualpa sigue empeñado en demostrar que, a pesar de las dificultades, soñar vale la pena.