El paro de ayer sirvió de poco. En términos generales, quedó flotando la convicción de que nada cambiará a partir de esta medida de fuerza que tuvo insidencia en Capital Federal, pero que en gran parte del interior del país pasó prácticamente desapercibida.
De todos modos, la huelga tuvo un valioso efecto secundario: desnudó a cada uno de los protagonistas principales de esta puja político-sindical, quienes en cada una de sus palabras, gestos y actitudes, dejaron al descubierto quiénes son y cómo piensan.
Por el lado del gobierno, quedó en claro que ninguna protesta logrará torcer un ápice el rumbo elegido. Detrás de cada reclamo, Cristina Fernández sólo ve enemigos malintencionados, golpistas, grupos de poder interesados en provocar el retorno del país al pasado dictatorial o a las políticas neoliberales de los noventa. En su lógica maniquea, es incapaz de concebir que, simplemente, sectores de la sociedad reclamen medidas para solucionar problemas tan concretos como la inflación o la inseguridad. O que gran parte de la ciudadanía exija de sus funcionarios el cumplimiento de las leyes y de la Constitución Nacional.
Entre tantos que quedaron al desnudo, el senador Aníbal Fernández acaparó la escena. Un día después del paro, comparó a Hugo Moyano con Augusto Timoteo Vandor, aquel dirigente sindical que fuera asesinado el 30 de junio de 1969 por el Ejército Nacional Revolucionario (ENR), por haber imaginado la posibilidad de “un peronismo sin Perón”.
Sorprende la capacidad del senador Fernández para retrotraer a la Argentina a los más oscuros y violentos años de su historia moderna. Jugar tan livianamente con aquel pasado, puede acarrear consecuencias nefastas, en un país en el que la mayoría de la población prefiere pensar en el futuro.
Pero también los organizadores de la protesta demostraron cómo piensan y cuáles son sus métodos.
En primer lugar, desde los días previos al paro se encargaron de instalar el miedo y la preocupación entre los habitantes de las principales ciudades. Y las amenazas se cumplieron. Cientos de cortes de calles y rutas ayudaron a fortalecer los efectos de la medida de fuerza, incluso en algunos lugares donde pocos gremios habían adherido a la huelga.
Pero eso no fue todo. Moyano y el resto de los dirigentes convocantes al paro, realizaron una conferencia de prensa que estuvo caracterizada por un clima de hostilidad para aquellos periodistas de medios supuestamente cercanos al gobierno nacional.
Así como Néstor Kirchner acostumbraba a maltratar a trabajadores de prensa de medios como Clarín o La Nación, Hugo Moyano y su corte de aplaudidores hizo lo mismo con una periodista de Radio 10, recientemente adquirida por un empresario cercano al gobierno nacional.
En definitiva, el 20N no mostró nada nuevo. Por ahora, no se vislumbra con claridad quién o quiénes están en condiciones de comenzar a escribir un nuevo capítulo en la historia del país, teniendo como premisa valores esenciales como la convivencia, el respeto y la transparencia.