La noche recién caía sobre la calurosa Buenos Aires cuando las puertas de la residencia de la embajadora estadounidense en la Argentina, Vilma Martínez, se abrieron de par en par. Se trató de un Open House al estilo americano. Alrededor de 500 personas especialmente invitadas se hicieron presentes en el que fue, seguramente, el mejor escenario para seguir las elecciones estadounidenses desde suelo argentino.
Los funcionarios de la Embajada se esforzaron para que cada uno de los presentes se sintiera cómodo: ‘El vínculo bilateral va a seguir en un buen camino. Sea quien sea elegido presidente, se va a reconocer el interés común que hay con Argentina en muchos temas‘, expresó Martínez en sus breves palabras de bienvenida.
En la mansión de Av. Libertador al 3500, conocida como Palacio Bosch, se entremezclaron diplomáticos, un puñado de dirigentes políticos, periodistas, analistas y, por supuesto, ciudadanos estadounidenses que viven en la Argentina.
La residencia de la embajadora había sido preparada para la ocasión. A las banderas norteamericanas y argentinas estratégicamente ubicadas, se les sumó una réplica de la estatua de la Libertad y todo el merchandising distintivo de republicanos y demócratas. Una banda de jazz en el salón principal y un músico solista con su acordeón en los impecables jardines de la mansión, generaron un clima relajado, distendido, amable.
Ésta no era una elección más. La paridad entre Barack Obama y Mitt Romney que planteaban las encuestas previas, y todo lo que estaba en juego ante dos visiones disímiles sobre la política interna y externa de la máxima potencia internacional, hicieron que las expectativas se multiplicaran en cada rincón del planeta.
Si tanta incertidumbre había generado algún grado de ansiedad entre los miembros del cuerpo diplomático de la Embajada, fue imposible percibirlo durante las cuatro horas que duró el Open House. De hecho, cada uno de ellos se movió con sobriedad y absoluto respeto por ambos candidatos. En todo momento quedó claro que los comicios representan una cuestión de interés nacional, más allá de nombres propios o de simpatías partidarias.
Los asistentes a la velada también tuvieron la posibilidad de participar de un simulacro de votación. En este caso, no existió paridad alguna: en la Embajada, Obama obtuvo el 73{e84dbf34bf94b527a2b9d4f4b2386b0b1ec6773608311b4886e2c3656cb6cc8c} de los votos, Romney el 26{e84dbf34bf94b527a2b9d4f4b2386b0b1ec6773608311b4886e2c3656cb6cc8c} y hasta hubo un voto para el Partido Libertario, del candidato Gary Johnson.
A partir de ahora, tanto Obama, como los Estados Unidos, tienen por delante una serie de retos profundos.
La sociedad norteamericana deberá cicatrizar, cuanto antes, las heridas abiertas durante una campaña que, por momentos, resultó extenuante y desgastante.
Al presidente, le aguarda el incierto desafío de hallar los caminos adecuados para reducir la desigualdad creciente en un país en el que movilidad social ya no está garantizada.
Con total puntualidad, a las 0,30 del miércoles las puertas de la residencia de la embajadora Martínez se cerraron. Poco después, los swing states (estados bisagra) confirmaban la continuidad Obama.
Recién entonces, el segundo capítulo de la historia del primer presidente negro de los Estados Unidos comenzaba a escribirse.