La imagen que devuelve la pantalla de la computadora es impactante: en la página oficial de la Cámara de Diputados de la Nación, la santafesina y hasta hace poco reutemanista de pura cepa, Celia Isabel Arena, aparece desde hace poco más de una semana como integrante del bloque del Frente para la Victoria. O, dicho de otra manera, forma parte del kirchnerismo.
A decir verdad, el cambio de escudería -nunca más acertado el término- de la diputada no parece ser un hecho reciente. En setiembre del año pasado, durante una entrevista radial, se le preguntó a la legisladora nacional si era oficialista u opositora del gobierno nacional. La respuesta fue un verdadero adelanto de lo que, seguramente, se estaba gestando o ya se había consumado por lo bajo: “¿Qué es para usted ser oposición?”, retrucó, en un intento por evadir una definición. En diciembre, ya había armado un monobloque desde su banca de diputada.
La sorpresa es grande porque Celia Arena no era una reutemanista cualquiera. Durante la primera gestión de Carlos Reutemann como gobernador, se desempeñó en el área de Promoción Comunitaria, repartición que terminó conduciendo durante el segundo gobierno reutemanista. En ese mismo período fue, además, directora provincial del Menor, la Mujer y la Familia.
Con Reutemann en el Senado de la Nación, fue entre 2003 y 2009 su jefa de Despacho. En los hechos, ofició como la voz del senador cada vez que éste prefería evitar su exposición pública. Y de la mano de su mentor político, llegó finalmente a ocupar una banca en la Cámara de Diputados de la Nación.
Hasta hace pocos meses, para hablar con Carlos Reutemann o para saber qué pensaba sobre un tema determinado, había que pasar indefectiblemente por Celia Arena. Hoy, Arena es kirchnerista.
En realidad, Arena no hizo otra cosa más que seguir la huella dejada por sus antecesoras inmediatas en ese cargo virtual de ser “la voz” de Reutemann.
La primera en recorrer ese camino fue María del Carmen Alarcón. Desde la Dirección de Protocolo y Ceremonial de la Provincia se convirtió en la vocera del entonces gobernador. Pero luego decidió integrar las filas del gobierno de Hermes Binner, hasta que finalmente optó por abrazar la causa del kirchnerismo.
Una tercera mujer transitó el mismo derrotero. Roxana Itatí Latorre fue durante el primer gobierno de Reutemann subsecretaria de Reforma Administrativa de la Provincia. Después ocupó cargos diversos, como directora provincial de la Tercera Edad y secretaria de Promoción Comunitaria. De la mano de su mentor llegó a ser senadora nacional por Santa Fe, mientras oficiaba de vocera de su jefe político.
Otra vez, para hablar con Carlos Reutemann o para saber qué pensaba sobre un tema determinado, había que pasar indefectiblemente por Roxana Latorre. Hoy, Latorre también es kirchnerista, aunque en la página oficial del Senado de la Nación aparezca como integrante de la Alianza Santa Fe Federal.
¿Por qué extraña coincidencia cada una de las mujeres que oficiaron en algún momento como “la voz” de Reutemann terminaron integrando el kirchnerismo?
Es probable que, cada una de ellas, tuviera motivos particulares para transitar el mismo camino. Arriesgar una respuesta a este interrogante podría resultar aventurado.
De todos modos, antes de analizar por qué las otrora voceras reutemanistas son hoy kirchneristas, habría que determinar qué es en estos momentos el reutemanismo o si, efectivamente, sigue existiendo algún sector político en el peronismo provincial que pueda ser reconocido bajo dicha denominación.
Hace tiempo que el ex gobernador evita toda exposición pública o definición política. Pero eso no es todo. En la Cámara de Diputados de la Provincia, no existe ningún legislador que abiertamente se reconozca como “reutemanista”. Tanto es así que, Federico Reutemann , sobrino del ex gobernador, llegó a ocupar una banca integrando la lista de Rafael Bielsa, que surgió del armado propuesto, sobre todo, por Alberto Maguid desde UPCN.
En el Senado santafesino la situación es similar. Algunos peronistas hacen su propio juego y se limitan a militar por las necesidades de sus departamentos. Otros responden al Frente para la Victoria, a Omar Perotti o a Jorge Obeid.
Los intendentes justicialistas difícilmente estén en condiciones de identificarse con Reutemann. En épocas de recursos escasos, cada uno se las ingenia para sobrevivir y obtener los fondos necesarios como para gobernar sus localidades y fortalecer sus proyectos políticos personales.
Saltos o pases
En este contexto, hablar del “salto” de Celia Arena o Roxana Latorre desde el reutemanismo al kirchnerismo podría ser un error. Es que, para saltar de un lugar a otro, se necesita de una base de sustentación desde donde tomar impulso. Y hace tiempo que el reutemanismo dejó de ser un espacio político orgánico desde donde apoyarse para lograr la propulsión necesaria.
En realidad, el reutemanismo actual tiene todas las características de una entelequia, de un rótulo, de una marca. Se trata de Carlos Reutemann y un par de nombres que siguen a su lado sin que esté del todo claro si lo hacen por convicción, o porque no tienen margen como para seguir el camino de las ex voceras del Lole.
Frente a estas circunstancias, más que un “salto”, lo de Arena y Latorre se parece más a un “pase”. Parafraseando el lenguaje futbolístico, da la sensación de que los reutemanistas son en estos momentos dueños de sus “pases” y están en condiciones de decidir para quién jugar. En otras palabras, tienen libertad de acción. Escuchan y analizan ofertas.
Sin el paraguas político de Reutemann, necesitan de manera urgente encontrar otro techo donde guarecerse. Y en la Argentina actual, no se vislumbra techo político más firme que el del kirchnerismo.
Este escenario no parece ser fruto de la casualidad. Durante su imprevista y exitosa carrera política, Carlos Reutemann jamás se esmeró por construir un espacio orgánico. Si en algún momento contó con algo parecido a una estructura, fue gracias al trabajo de algunos de sus colaboradores más laboriosos, como por ejemplo Alberto Hamerly.
Desconfiado, taciturno y consciente de ser el único dueño de sus votos, el ex gobernador desplegó un estilo personalista y casi indescifrable para el resto de la clase política. En ocasiones, ni siquiera sus más cercanos funcionarios sabían qué pasaba realmente por su cabeza.
Reutemann está a punto de cumplir 70 años -nació el 12 de abril de 1942- y recién incursionó en el mundo político a partir de 1991, cuando cumplía 49 años y por sugerencia de Carlos Menem. Es decir que pasó la mayor parte de su vida en otros escenarios. Habrá que reconocer, entonces, que como ex corredor y como productor agropecuario aprendió rápidamente a manejar los hilos del poder. Durante dos décadas fue el referente indiscutido del peronismo provincial. Un peronismo que en 1991 se encontraba al borde del precipicio.
Seguramente su vínculo con gran parte del electorado santafesino sigue en pie. De hecho, hace poco más de dos años le ganó a Rubén Giustiniani, el entonces candidato de Binner.
Cualquier esfuerzo por saber qué piensa Reutemann en estos momentos sería una utopía. Como siempre, habrá que resignarse al incierto intento de descifrar sus señales.
Hasta 2015, será senador nacional. Y si bien a nadie hay que dar por muerto en política, en estos momentos el reutemanismo es lo más parecido a una entelequia, un rótulo o una marca.
Sus ex voceras, ahora kirchneristas, lo percibieron hace tiempo.