Se avizoran tiempos difíciles para la provincia de Santa Fe. Al gobernador Antonio Bonfatti le tocará batallar en un contexto cargado de turbulencias internas y externas, por lo que resulta imprescindible que los socios del Frente Progresista sean cuidadosos y no pongan en jaque principios esenciales para una buena convivencia.
Entre los nubarrones externos se asoman amenazantes la crisis internacional, la consecuente reducción en los niveles de crecimiento de Brasil y la posible baja en el precio de los commodities. Estos factores perjudicarán de manera directa a una provincia fuertemente vinculada con el mundo a través de sus exportaciones industriales y agroindustriales.
Un reciente informe del Centro de Estudios y Servicios de la Bolsa de Comercio de Santa Fe ya habla de un freno en el crecimiento provincial y advierte sobre el posible amesetamiento de la economía para los próximos meses.
A esto se suma el hecho de que, según indican todas las encuestas, Hermes Binner probablemente obtenga el segundo lugar en las próximas elecciones, por lo que se convertirá en la cara visible del principal sector de la oposición. Si Cristina logra más del 50{e84dbf34bf94b527a2b9d4f4b2386b0b1ec6773608311b4886e2c3656cb6cc8c} de los votos y el control absoluto del Congreso, se transformará quizá en la presidenta con mayor poder real en la historia del país. Y si se tienen en cuenta los antecedentes de un kirchnerismo acostumbrado a premiar a los amigos y castigar a sus contrincantes, no resulta aventurado prever que la situación de Santa Fe será, por lo menos, incómoda en el contexto nacional durante los próximos años.
Pero los problemas para Bonfatti no sólo llegarán desde afuera. Las actuales tensiones entre socialistas y radicales también podrían acarrear costos. Es cierto que en política las peleas suelen ser pasajeras -la presente alianza entre Cristina Kirchner y Carlos Menem es un claro ejemplo de ello-. Sin embargo, también es verdad que esos repentinos cambios en las relaciones -sobre todo cuando fueron precedidos por denuncias y frases agraviantes- provocan el descrédito inmediato de los dirigentes involucrados. Es que no se puede pasar de amigo a enemigo de la noche a la mañana. La crítica es imprescindible, pero hay matices y formas de realizarlas. Existen palabras de las que resulta muy difícil volver, sin perder credibilidad.
El socialismo tendrá que ser más abierto a la hora de conformar equipos y plantear políticas de Estado. Radicales y socialistas deberán medir el tono de sus discusiones.
Por momentos, unos y otros parecen olvidar que durante los próximos cuatro años el peronismo tendrá mayoría en ambas Cámaras de la Legislatura y que la cintura política de Bonfatti y del Frente Progresista será constantemente puesta a prueba.
Efecto bumerang
En este contexto, lo del senador provincial por General Obligado, Federico Pezz, sorprende. En apenas un movimiento, arrojó un bumerang político que en su parábola no sólo golpeó a Hermes Binner como candidato a presidente de la Nación, sino que dejó mal parados a los principales referentes del radicalismo provincial y hasta afectó su propia candidatura a diputado nacional por la UCR.
Poco después de que Elisa Carrió denunciara un supuesto pacto entre socialistas y kirchneristas para habilitar una posible reforma de la Constitución Nacional -con la consecuente cláusula de reelección indefinida-, Ricardo Alfonsín advirtió que el radicalismo no se plegaría a este hipotético pacto. Hasta allí, el tema no fue más allá de los cruces aceptables -aunque poco redituables- en una oposición que está peleando por alcanzar el segundo puesto el 23 de octubre.
Pero entonces aparecieron Federico Pezz y un grupo de dirigentes de la UCR santafesina redactando, en nombre del radicalismo provincial, un documento con duras apreciaciones hacia el gobernador Binner. El texto tomó estado público y los principales referentes del partido se vieron obligados a aclarar que no habían avalado con sus firmas dichas apreciaciones.
Entre los que se vieron forzados a realizar las correspondientes aclaraciones aparecen, nada más y nada menos, que el presidente de la UCR, Hugo Marcucci; la vicegobernadora de la provincia, Griselda Tessio, y el ex candidato a gobernador e intendente de la capital provincial, Mario Barletta.
Las explicaciones posteriores de Federico Pezz terminaron por profundizar los efectos corrosivos que este bumerang político provocó en su vuelo. Primero dijo que se había tratado de un error involuntario cometido a través de su Blackberry. Después, reconoció que el problema surgió “por ansiedad de la militancia”, que dio a conocer este comunicado antes de que fuera rubricado por la cúpula partidaria.
Pero cuando Pezz habla de la “militancia” ansiosa, no se está refiriendo a los pibes de Franja Morada, ni a los jóvenes radicales que pegan carteles en cada elección. Cuando atribuye lo sucedido a la “militancia” se está refiriendo a él mismo, un senador provincial y candidato a diputado nacional por la UCR en uno de los distritos más importantes del país, como es la provincia de Santa Fe.
Se sabe que en un partido están los que dirigen y los que militan. Y esta desprolijidad colocó en una incómoda posición a las figuras más respetadas del radicalismo.
Pezz insiste en que sus apreciaciones en contra de Binner deben ser consideradas en el contexto de la disputa nacional y que no tienen por qué perjudicar la sociedad entre radicales y socialistas dentro del Frente Progresista Cívico y Social en la provincia.
Siempre se supo que esta ingeniería política basada en la convivencia de estrategias contrapuestas en el plano nacional y en el provincial resultaría riesgosa y forzada. Todos sabían que no resultaría sencillo a socialistas y radicales cogobernar Santa Fe, mientras apoyan a candidatos distintos en las elecciones presidenciales.
Por ese motivo, en este contexto tan intrincado resulta imprescindible que los dirigentes de ambos partidos se manejen con suma cautela y respeto pues, quienes ahora están enfrentados, son los mismos que dentro de poco deberán ponerse de acuerdo para gobernar una provincia a la que le esperan tiempos difíciles. Y a decir verdad, referentes de uno y otro lado vienen lanzándose dardos innecesariamente envenenados desde hace demasiado tiempo.
Si las tensiones dentro del Frente persisten, si la crisis internacional se agrava, si Brasil crece menos y el precio de los commodities cae, si el kirchnerismo todopoderoso que viene confirma sus pulsiones destructivas hacia los oponentes y si el peronismo en la Legislatura provincial no ejerce una oposición responsable, se avecinan tiempos duros.
Y si estas dificultades crecen no será un problema de radicales, peronistas, socialistas, dirigentes o militantes.
Las consecuencias recaerán, inevitablemente, sobre cada uno de los habitantes de la provincia.